Capítulo 29 - Todos cometemos errores.

9K 593 71
                                    

De regreso al establecimiento abandonado donde ellos operaban, sabiendo ahora la clase de seguridad que Reyes tenía en sus manos, el grupo esperaba pacientemente a que Rico y Tego pudieran irrumpir en la señal de las cámaras de la comisaría, para así averiguar cómo entrar allí sin ser vistos.

—¡Ya está!— avisó Addison, observando como ahora podía ver cuatro cámaras apuntando distintos ángulos del estacionamiento del lugar.

El resto del grupo se acercó hasta donde ambas hermanas Toretto vigilaban los monitores, observando lo mismo que ellas veían a través de las cámaras.

Han hizo una sutil mueca. —Son demasiado sofisticadas— comentó. —Óptica de marcador, cámara con campo visual de cien grado.

—Eso nos deja solo diez segundos para que no nos detecten las cámaras— exhaló Brian, con evidente frustración.

Addison asintió, analizando la situación delante suyo, pensando en como harían para poder entrar y salir sin ser vistos.

—¿No podemos reemplazar la imagen? —propuso Gisele, pero la menor de los Toretto negó rápidamente.

—No, las cámaras están enlazadas a un sincronizador— explicó ella, mirando a su amiga con seriedad. —Sabrían que irrumpimos en su sistemas.

A su lado, Tej le dio toda la razón mientras veía al monitor, dejando en claro que lo único que podrían hacer con ello sería espiar.

—Necesitaremos unos autos jodidamente rápidos para lograr pasar.— concluyó Rico, llevando sus brazos hasta detrás de su nuca mientras se reclinaba en su asiento.

El coreano repasó cada punto que podía verse del estacionamiento. —Y no sólo rápidos, esas curvas son demasiado cerradas. Necesitaremos de algo ágil.

La mirada de Dominic se clavó en su hermana, quien cuando notó lo que este pensaba se apresuró a negarse rotundamente a la idea.

—No, ni de chiste.— se opuso ella. —No usarán mi auto para eso, esas jodidas curvas son complicadas. Chocarán mi carro y yo les cortaré la cabeza. —exclamó con molestia, imaginando lo que podrían llegar a hacerle si intentaban montarlo.

Aunque mucho menos dejaría que alguien más lo conduciera. Con suerte y dejaba que Brian lo usara de vez en cuando.

Sus amigos comenzaron a discutir sobre lo que harían a continuación, y Addie sintió un ligero apretón en su brazo. Con una discreta seña, Han le pidió que se apartaran a un lado para poder hablar.

—¿Qué sucede? —preguntó ella con cautela, no pasando por alto la extrema seriedad de su amigo.

Sin decir nada, el asiático levantó un pequeño y viejo teléfono en su mano, dándoselo a ella mientras observaba que nadie los viera.
Con cuidado, la castaña tomó el pequeño aparato entre sus dedos, revisando lo que él intentaba mostrarle.

Su pulso se aceleró considerablemente cuando una foto relució en sus ojos.

Su casa, o bueno, la casa que ella tenía a las afuera de España, estaba hecha un desastre. La imagen que ella veía era desde algún punto de su sala, dejándole ver sus sofás rotos y dados vuelta, jarrones quebrados, marcos en el piso, y todo revuelto y hecho un caos.

¿Alguien había entrado a su casa?

Antes de que pudiera acribillar a preguntas a Han sobre qué demonios era eso, la potente voz de su hermano la sacó de sus pensamientos.

—Preparen el lugar —pidió él, agarrando lo que parecían ser las llaves de su Dodge. Con su cabeza hizo una pequeña seña a Brian para que lo siguiera. —Nosotros conseguiremos autos.

Home | Brian O'Conner ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora