Capítulo 36 - Debemos terminar con esto.

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La camioneta dio un leve salto gracias a las calles de tierra en esa zona de Río.

Dentro del vehículo, Addison sentía que en cualquier momento tendría un ataque de pánico por la situación en la que se encontraban. Los habían atrapado, después de tanto tiempo y tantos delitos que ellos —en especial ella— habían cometido, ahora irían directo a la cárcel.

Y si bien el resto del equipo había escapado, lo que les daba la esperanza de poder volver a ser libres, aquello no la dejaba tranquila.

—Tranquilizate— pidió Brian en un suave susurro, tomando sus manos como fue posible con las esposas. —Estaremos bien.

Pero a pesar de lo bajo de su voz, la camioneta no era tan grande como para que nadie lo oyera. Delante suyo, Luke Hobbs sonrió con sorna hacia la pareja. —Créanme, ninguno de ustedes estará "bien".

Y si Addison ya de por sí estaba al borde de colapsar, con los cambios de humor a todo dar, y las molestias a causa del embarazo a flor de piel, oír al policía mofarse de ella solo acabó por enfurecerla.

No es bueno enojar a una mujer embarazada.

La castaña soltó la mano de su novio, para luego reclinarse en su asiento en dirección a Hobbs. Con una clara expresión de molestia y amenaza, ella levantó sus grilletes para que él pudiera verlos, apretando firmemente sus muñecas al punto de dejar marca roja.

—Sabes perfectamente que estas no me detienen en absoluto, Hobbs —dijo ella en un peligroso tono, demostrando cuán en serio estaba hablando en aquel momento. —Ya hemos estado en la misma situación antes, muchas veces, y en todas te ha ido mal. —recordó con odio. —No me obligues a demostrar la clase de niñita inútil e incompetente que eres, y cierra tu maldita boca.

Sorprendido por la actitud que la muchacha llevaba, el rubio tiró levemente de su cuerpo hasta pegar su espalda a la pared del vehículo, queriendo así alejarla lo más posible de que siguiese hablando y probablemente, acabara enojando a los oficiales. Sin duda, eso no los favorecería en nada.

Al lado del oficial, Dominic también estaba bastante estupefacto por el radical cambio que su hermana había dado en dos segundos, pasando de parecer un pequeño cachorro asustado a estar a punto de arremeter contra un musculoso oficial militar de dos metros, y ciertamente imponiendo miedo e intimidación. Pero eso no le era algo nuevo.
Había vivido con Addison lo suficiente como para saber que no debía hacerla enojar, e incluso de más joven le tenía miedo a provocar su furia.

Addie era pequeña, linda y tierna, pero cuando se enojaba, se convertía en el mismísimo diablo. No solo su actitud cambiaba totalmente, sino que era lo suficientemente inteligente como para hacerte llorar sin siquiera ponerte un dedo encima, utilizando unicamente sus venosas palabras y tus puntos más débiles.

En ese momento, el gran Dominic Toretto se dio cuenta que su hermana seguía siendo igual de aterradora que siempre.

Ignorando por completo las amenazas de la castaña, el agente observó a través del parabrisas en cuanto sintió que algo andaba mal. Sus ojos se abrieron de par en par al notar a un sujeto arriba de un tejado apuntando en su dirección con un arma de fuego.

—¡Emboscada!

Tan pronto como dio aviso al ataque, la camioneta delante suyo explotó en mil pedazos, volando en el aire hasta caer fuera de su vista. El vehículo en el que iban se desvió de inmediato, pasando encima de otros automóviles intentando no volcar en el proceso. Desde dentro, se podía oír como una balacera cayó sobre ellos con fuerza y sin pena.

Addie estaba segura de que esos no eran sus amigos.

—¡Woops cayó, asístanlo! —ordenó el oficial a través de su radio. —Cubreme— pidió a su compañero, antes de abrir la puerta del coche y salir a dar pelea.

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