Un mes después - Pescara, Italia.
Tengo la vista centrada en la pared de la ducha, el agua está fría, y la sensación de soledad ha comenzado. Me siento en el final de una película de drama y no se siente bien en definitiva.
Un mes...
Apenas llevamos un mes y yo ya estoy tan cansada...
Traté de comer hoy, pero el nudo en mi garganta me obligó a devolver todo, una vez más.
Sé que no debería sentirme así, sé que mi hijo necesita de mí y que todos me aconsejan por mi bienestar. Pero, ¿quién me entiende a mí?
¿Quién entiende que lo único que yo necesito es que me digan que todo esto es una vil mentira y que mi esposo está vivo?
He perdido todo el sentido de la felicidad, de lo que se sentía estar bien y segura dentro del que se suponía era mi hogar. He llamado miles de veces a su número con la esperanza de escuchar su voz.
Sé que si escucho su voz estaré bien.
Pero nada sucede, él no me contesta y yo no puedo ser capaz de alejarme del teléfono con la única esperanza de escuchar que es él quien me llama.
Y no, no pretendo volver a vivir. No tan de prisa. Por que lo único que espero es que esta habitación se cierre y no me deje salir jamás.
Es que no he podido evitar el preguntarme, ¿y si tuviera una noche más para despedirme de ti? ¿Y si pudiese retroceder el tiempo y evitar que te vayas de mi lado? ¿Cómo he de vivir sin ti? Si no estás aquí para apagar las luces, para abrazarme cuando no puedo dormir y para repetirme que soy la mejor madre del mundo y que lo estamos haciendo bien.
Salgo de la ducha ya vestida con ropa seca y lo suficiente caliente como para apagar mi frío interno, me siento sobre la cama mirando un punto en especifico de la pared.
Pero entonces mi mirada viaja por toda la habitación, por sus cosas, por sus fotografías en el buró y de nuevo estoy llorando mientras abrazo mis rodillas.
Vuelve, Ruggero. Por favor solo vuelve.
Parece que no puedo dejar de lado los recuerdos que me atormentan. No puedo simplemente el ignorar que después del trágico suceso que me arrancó el alma, no he vuelto a saber lo que es la tranquilidad.
Su almohada está mojada por todas esas lágrimas que he derramado desde que estoy aquí.
Y no estoy dispuesta a despedirme, de este lugar y a aceptar que la vida me quitó al amor de mi vida en un acto de egoísmo. Y brutalidad.
Ya no quiero intentar sonreír y darme cuenta de que no tiene sentido, ya no quiero tener que levantarme y ver la inocente mirada de mi hijo. No quiero tener que pensar que más adelante seré yo la que tendrá que explicarle que su padre no está más, y que ni siquiera tendrá un recuerdo de él.
Ya no más, no puedo soportarlo más.
—¿Karol?
Abro los ojos, lo primero que veo es el preocupado rostro de mi madre y detrás de ella, los ojos llenos de tristeza de mi suegra. Me incorporo sentándome derecha.
—Tienes que comer. —mamá señala la bandeja del desayuno.— Necesitas producir leche, dentro de poco Eithan va a despertar y...
—No tengo hambre.
—Karol, por favor.
—No quiero, mamá. —evado su mirada.— Solo quiero estar tranquila. Y sola.

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Make A Wish.
RomanceY si pudiese pedir un deseo, desearía que seas eterno. HISTORIA CORTA.