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—¿No se te hace increíble? —Ruggero se sienta a mi lado. Sonrío apoyando mi cabeza en su hombro.

Siento sus labios en mi frente. Y pronto su mano acaricia la delicada mejilla de mi bebé.

Eithan ni se inmuta, solo dormita manteniendo su dedito entre sus labios y tengo que reír. Este niño duerme más que yo y nunca nadie había dormido más que yo.

Hace pocas horas recibimos el año nuevo de una manera diferente, y aunque sé que este es el mejor momento de mi vida, inevitablemente terminé llorando cuando Ruggero me abrazó.

Contrario a las veces anteriores en las que me sentía plena y feliz cuando le abrazaba, en esta ocasión terminé llorando y pidiéndole que no me soltara. Sentía que era el último abrazo que me daba y fue en serio un extraño momento.

Aún así, lo disfruté demasiado aunque evidentemente, mi apariencia es la de una mujer que dio a luz hace poquito.

Es decir, me canso rápido y no puedo estar mucho tiempo de pie. Por eso ahora estoy recostada en la cama viendo hacia la ventana mientras Eithan duerme entre mis brazos.

Ha sido increíble, la mejor manera de terminar mi año, y ahora mismo, me hace feliz el poder decir que nos queda un mes y poco más para la boda aquí en Italia.

El silencio por un momento deja de ser soportable cuando Ruggero suspira, le miro y noto sus ojos brillosos. De inmediato me preocupo.

—¿Pasó algo? —niega.— ¿Entonces?

—Solo estoy feliz. —admite tragando saliva.— Y no sé, al igual que tú tuve un momento de debilidad y confusión.

—¿Por qué a veces la felicidad puede ser dudosa? —tengo que preguntar y se encoje de hombros.

—Ese es mi principal miedo, es que no creo que todo pueda ser felicidad absoluta de ninguna manera.

—Tengo miedo.

—¿Me crees si digo que yo también?

Asiento, siento mis ojos arder y por segunda vez consecutiva termino llorando mientras me abraza.

No sé qué me pasa, solo sé que está agridulce sensación me desagrada bastante.

Los días siguientes la sensación en mi pecho no se disipa, al contrario de eso solo crece y me hace dudar un poco del por qué lo siento. Del mismo modo veo a Ruggero intranquilo y aunque no quiero preocuparme, lo hago igual.

No sé por qué cada vez que se aleja sólo quiero que vuelva al instante. No soporto el tenerle lejos, no me gusta.

Eithan es muy bien recibido por la familia de Ruggero, frecuentemente vienen a visitarle y mi pequeño hijo se llena de regalos conforme los días pasan.

A mediados de enero mi mamá y mi hermano viajan a México a ultimar detalles allí, Agustín del mismo modo viene a Italia junto con Maxi porque pues parecen esposos y nunca se separan del otro.

Y son ellos quienes ayudan a Ruggero con los pendientes que quedan aquí en Italia pues yo no puedo encargarme de ninguno al estar recuperándome del parto que por cierto fue natural.

El primero de febrero dejo la dieta y cuidados especiales, Eithan recibe su primera vacuna, y yo, me llevo la, no sé si agradable o no, noticia de que he perdido cuatro kilos de mi peso normal antes de mi embarazo.

Es decir, no hay rollitos demás, no hay flacidez. Y me alegra que tampoco estrías porque esas sí que pican.

Lo que sí me quedó fue una papada que aunque no es tan notoria, me fastidia, y las malditas ojeras que me hacen querer gritar cada vez que me veo en el espejo.

Make A Wish.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora