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—¿Cómo que no puede viajar? —la doctora suspira. Ruggero me mira.

—Es una pequeña infección que normalmente les da a todos los bebés, pero definitivamente no podrá viajar y menos tan lejos, las horas en el avión pueden causar deshidratación y afectarle el doble.

Asiento, mi mirada baja a Eithan que especialmente el día de hoy está demasiado llorón y asustadizo. Ahora comprendemos por qué, y carajo, es frustrante.

Se suponía que teníamos que viajar mañana temprano y ahora no se podrá hacer. Maldigo cerrando los ojos.

—¿Y en cuánto tiempo podrá viajar?

—En dos o tres días. —explica.— Por el momento voy a recetar medicina que te tendrás que tomar tú para que se le transmitas a través de la leche.

—Lo que significa que tampoco puedo viajar como mi hijo.

La mujer asiente, suspiro profundo y asiento también.

Bueno, las cosas suceden por algo. Supongo.

Al salir del consultorio Ruggero se siente estresado mientras cancela mi vuelo, y por mucho que lo intente, sé que necesitaba ver a su hermano y por eso una parte de mí me exige decirle que se vaya solo.

Se niega, no quiere dejarme sola al cuidado de Eithan en un momento como este. Pero sabré hacerlo sola, no soy tan torpe.

O eso creo...

El chiste es que estoy abrumada, completamente confundida porque hasta hace realmente poco íbamos a viajar juntos. Y ahora resulta que no.

Apenas llegamos a casa, me encargo de dejar a Eithan sobre la cama completamente libre para que pueda moverse sin ser obstruido por las mantas. Ruggero se sienta en la orilla de la cama y le miro.

—Ya te dije que puedes ir solo. —asiente.— Amor...

—Quiero ir. —admite.— Pero no puedo dejarte aquí sola con Eithan.

—No, Ruggero. No voy a estar sola, de hecho puedo llamar a mamá o en todo caso, irme a pasar estos días con ella sobre todo hasta que podamos viajar y ya después te alcanzamos allí.

—¿Segura? Si tú quieres...

—No quiero nada, tranquilo. —me alejo de Eithan para sentarme a su lado.— Puedes ir, nosotros estaremos bien.

Asiente, dejo un beso en su mejilla y dejo de prestarle atención cuando Eithan lloriquea. Me pongo de pie caminando hacia él.

Y mientras le tomo en brazos, compruebo su temperatura corporal.

Tras comprobar que todo está en orden dejo un nuevo beso en su mejilla y me encargo de hacerle dormir.

Y mientras Eithan lloriquea y se esfuerza por dormir, veo a Ruggero hacer sus maletas.

Es complicado no estresarse por esto, se suponía que ya teníamos un plan y ahora tendrá que quedar para después gracias a esto.

Aún así evito que se note mi malestar mientras Ruggero se alista para el viaje de mañana. Saldrá muy temprano así que esa noche se asegura de dormirse temprano.

Yo en cambio doy muchas vueltas por todo el departamento intentando que el mar humor de mi hijo se disipe. Es imposible.

Solo llora, se niega a tomar de mi pecho y a mí ya me duelen los senos. Está claro que estoy estresada.

A las doce y cincuenta y siete por fin se queda dormido, y con sumo cuidado, subo a la habitación dejándole sobre la cuna.

Afortunadamente no se despierta y yo, completamente cansada solo puedo quitarme los zapatos y meterme a la cama.

Make A Wish.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora