Resaca

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Cueva se levantó de aquel lugar en donde se había quedado dormido. Extrañamente se empezó a preocupar por lo que habría pasado. ¿Y si sucedió algo indebido? Su reciente amigo podría sentirse incómodo y no volvería a hablarle e incluso podría salirse del equipo. Las dudas lo comenzaron a llenar hasta que vio al italiano poniéndose su polo junto con una casaca. Tratando de ocultar su preocupación lo saludó dandole los buenos días.

—Buenos días bambino. ¿Cómo amaneciste después tu primera noche de chelas en Perú?

—Bien. Supongo.

—¿Algo de comer antes de ir a tu departamento? Yoshimar nos preparará comida.

—Déjalo dormir un rato yo me iré yendo y me prepararé algo en casa.

—Oh vamos. Quédate un rato más.


Esta vez habló el recién despierto André. Que mientras se tallaba los ojos observaba la cara de vergüenza de Gianluca.


—Te daré un quacker y un pan con jamonada. Y si no comes te lo llevaré a todas las prácticas y no comerás nada más. ¿Bien?

—Bueno.

—Bien. Vayan despertando a los demás. Yo iré levantando a Yoshi. 


Luego de unos baldazos de agua el desayuno fue preparado con éxito y comenzaron a comer tranquilamente.


—¿Ya terminaron? 

—Aún me falta comerte papi. 

—Calla oe huevón. Si terminaron se me van de mi casa carajo Que mañana tenemos práctica.

—Bacán pues.


Cada uno de ellos recogió sus pertenencias y salían del lugar sin rechistar. El italiano recogió sus cosas y salió del lugar siendo seguido por su amigo.


—¡Oe chibolo! 

—¿Eh?

—Ni conoces las calles. Tremendo conche su mare. Déjame ayudarte. ¿Cuál es tu dirección?

—No es necesario. Vendrán a recogerme.

—Oh. Ya veo... Bien. Cuídate.


Tensión sexual y celos. Era todo lo que podían determinar  los demás. Cristian estaba celoso. Y Gianluca era ciego. Era fácil de determinar.


Número 9 | LapacuevaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora