17. Cabello profanado.

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Por fin viernes.

Creo que esa frase de "es viernes y el cuerpo lo sabe" nunca había tenido tanto sentido para mí.

Pero no porque me vaya de fiesta o algo parecido, sino porque todo el estrés y cansancio de esta semana está pasando factura. Cuando para otros los viernes son sinónimo de: emborracharse, para mí es sinónimo de: descanso; lástima que en tres días eso ya se acabe, pero igual me los disfruto mientras duren.

La verdad es que esta semana ha sido de lo mas agotadora, entre la escuela, los exámenes, las clases de música, cuidar a Rocky, ayudar a mamá, todo este tema de los enemigos con Lian y el no descuidarme y así permitirle hacerme algo; voy a terminar explotando, o espichándome, eso es más probable.

Caminar es horrible, mis piernas protestan con un wey ya cada que doy un paso y peor aun que hoy me toco irme en mi bici. Solo quiero tirarme en el suelo y esperar a que un alma generosa se apiade de mí y me arrastre hasta mi casa. Tengo tiempo sin usar mi bici, desde que la arreglaron. Esto se debe a que hace una semana a Clara le dieron un auto por su cumple años y se ha convertido en mi nuevo chofer. Pero desafortunadamente esta mañana amaneció con un resfriado y no pudo venir, así que me toca irme sola a mi casa.

Voy bajando las escaleras de la entrada de la escuela, pensando en que tendré que ver un tutorial o algo que me ayude a tener una mejor suerte, cuando me detengo en seco al ver a la persona unas pasos frente a mi. Lian se encuentra sentado en uno de los escalones viendo su teléfono; pero por suerte este no se ha fijado en mi presencia. Yo me quedo en el mismo sitio mirando de un lado a otro buscando que hacer con mi vida en estos momentos. Al instante la idea de salir huyendo se hace presente, y estoy más que dispuesta a elaborarla, pero no creo que lanzarse por las escaleras sea una buena opción, ya que no hay manera de bajarlas como una persona decente sin pasar al lado del chico.

Sé que debo de parecer una loca, ya que las personas que pasa por mi lado me regalan miradas de extrañes, de modo que me obligo a calmarme y pensar con claridad. Bueno, el todavía está pendiente de su teléfono, y barias personas han pasado por su lado y ni las ha volteado a ver. Más segura me atrevo a continuar mi camino con total cuidado y precaución. Por un momento al acercarme y ver que aun no eleva la vista del aparato la sensación de victoria y de haber logrado mi objetivo me llenan, pero todos eso sentimientos se esfuman en el momento que el castaño aparta su vista de la pantalla y nuestras miradas se encuentran.

Yo me quedo paralizada con un pie en un escalón y otro en el de abajo, el me observa de arriba abajo, eleva las cejas con diversión y esboza una sonrisa de total entretenimiento.

—Hola, enemiga —no paso por alto su tono burlón.

— ¿Tú no te tomas nada en serio, verdad? —me cruzo de brazos.

—Nunca dije que no me lo tomara en serio.

—Pues, eso no es lo que demuestras —inquiero.

—Oh, ¿así que quieres que me lo tome más en serio? —la que era hace un segundo una sonrisa de burla y diversión se transformo en una traviesa.

—Estoy bien, gracias —no sé a qué se refiere con tomárselo más en serio pero no lo quiero averiguar.

El suelta una pequeña risa, haciendo que sus hombros se eleven levemente. Luego se me queda viendo con una sonrisa ladina— Veo que fracasaste en tu intento de evitarme.

—No sé de que hablas —pero claro que se dé que habla.

Sé que el nota porque me regala un expresión de cansancio. No sé qué problema tengo con mentir cuando es más que obvio que no sé hacerlo.

más que enemigos [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora