27. Los celos no son de Dios.

896 76 88
                                    


—Y ¿Qué le dijiste tú? —pregunta Lian interesado.

—Esto te divierte ¿cierto? —le acuso con una sonrisa.

—Un poco bastante, si —responde con un divertido encogimiento de hombros. El se encuentra recostado de costado en su cama, con la cabeza apoyada de su mano poniendo toda su atención en mí. Yo lo miro con fingida desaprobación desde la silla giratoria de su escritorio— ya, pero en serio, ¿Qué les dijiste?

—Les dije: que se quisieran un poco y que dejaran de proteger algo que no es suyo; también que si supuestamente era tan poca cosa ¿qué hacían diciéndome que me alejara de ti? —Cuento con una sonrisa al ver la expresión de sorpresa en la cara de Lian— luego de eso les desee un lindo día y me fui.

Sí, me encuentro contándole a Lian lo que dije que nunca le diría porque me resultaría incomodo; aunque de incomodo no tuvo nada, su cara de sorprendido es increíble. Para ser sincera no tenía ningún tipo de intención de decirle lo que sucedió en aquel baño, pero literalmente estábamos hablando muy tranquilos hasta que mi boca soltó un te tengo que contar algo y... bueno, aquí estamos. Como siempre mi boca pronunciando cosas sin antes consultarlo conmigo.

—Quien diría que de tu boca saldría todo eso —bromea— las pusiste en su lugar. Aunque recuerdo que ese día entraste al salón como un papel.

—Sí, porque después me dio miedo que si cumplieran su amenaza y después nadie sabría qué sería de mí.

—Bueno según lo que sé, ellas no las cumplen porque nadie las había enfrentado, supongo que cuando lo hiciste tu no supieron que hacer...

—Un momento —le interrumpo levantando mi dedo índice— ¿Tus sabias que ellas hacían eso?

—Pues, si —admite indiferente.

—Y ¿nunca les dijiste algo?

—La verdad no me molestaba, me parecía una tontería, pero me daba igual.

—Eso es cierto. Y eso que no tuviste nada con ellas, porque sino imagínate —suelto una risita, pero me callo de inmediato al ver la cara de Lian— ¿Qué?

— ¿Qué de qué? —responde con una pregunta y lo miro con los ojos entornados.

— ¿Porque pones esa cara? —reformulo mi pregunta.

— ¿Qué cara? —cuestiona.

— ¡Lian ya basta! sabes de que hablo, esa cara de que ocultas algo —lo golpeo suavemente en el brazo.

—Bien, pero no te vas a molestar porque paso hace mucho y ya ni me acuerdo bien —dice poco convencido. Yo asiento para qué continúe— fue hace... ya no me acuerdo, pero fue en una fiesta. La cosa es que estábamos ahí varios amigos y ellas estaban ahí, no sé cómo pero me termine besando con una de ellas, no recuerdo cual exactamente, creo que la pelinegra. Luego de eso una cosa llego a la otra y me ahorrare los detalles. Desde entonces se creen mis dueñas.

Silencio, eso es lo único que hay. Yo no digo nada y él se me queda viendo a la espera de que yo diga algo. Pero no puedo decir algo, no porque no tenga palabra, sino porque son muchas y aun no decido cual soltar primero.

— ¡¿Cómo no te vas a acordar?! —Esa es la primera que sale, tenía la intención de que fuera una simple pregunta, incluso tal vez que fuera con tono burlesco, pero no, es más bien un reclamo.

—Dijiste que no te molestarías, esas no son cosas de Dios.

— ¿De qué hablas? —cuestiono evidentemente enojada.

—Pues de tus celos —explica con divertido.

—No estoy celosa —aseguro— es solo que ¿a quién se le olvidan esas cosas?

más que enemigos [En Proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora