Win no podía decir que su relación amorosa comenzó como un cuento de hadas. No existió esa chispa y nadie desapareció alrededor.
Si es honesto. Al inicio su pareja dio el noventa de cien para impulsarlo todo, para conquistarlo y que poco a poco gan...
Las teclas del computador están siendo presionadas con rapidez y fuerza de manera constante. Son el único sonido destacable en la oficina que se encuentra en el piso cuatro del edificio VerseGic.
El empleado a cargo no ha dejado ni un espacio para pensar en nada de su vida mientras corrobora y ajusta los últimos detalles del proyecto que presentará el lunes por la mañana. Es un poco irónica la situación actual. Anoche no pudo dormir ni por unos minutos, su afligida mente no le dejaba de reproducir la desenfrenada noche de sexo que vivió con su pareja... Con su novio, Win.
¿Por qué había permitido que todo llegase a este punto? ¿Por qué seguir siendo un puto egoísta?
En realidad, es su propia codicia y la desagradable idea de que él conozca a alguien más.
Cuando conoció a Metawin juró por todo lo que creía, que, para era él, Win le parecía un ángel en la tierra. Tan perfecto, tan divino e irreal. Era la criatura más inalcanzable que conoció jamás y dentro de su corazón codicioso, lo anhelaba con cada fibra. Se sintió un ganador cuando aceptó tener una amistad con él, con él... No podía creerlo, incluso cuando Win salió a su lado a la hora del almuerzo. Nani se sentía en las nubes, se sintió bendecido por Buda. Creía que no había forma de expandir su felicidad y como un sueño, un día al fin, Win aceptó iniciar una relación con él.
Era el chico con más suerte.
Amaba a Win, amaba a Namm incluso antes de conocerlo y se estaba odiando y repudiando profundamente porque, lo admite, no merece a su familia.
Pero Win, su Win... Es suyo... Y no hay forma de que acepte dejarlo ir. No después de toda su lucha.
No sabiendo que puede encontrar algo mejor.
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Cuando escuché el reconocible sonido de la puerta abriéndose, no puedo evitar volver a su realidad. Se pasó los dedos para peinarse el cabello azabache mientras intentaba muy pobremente arreglar los mechones sueltos.
— Pase —dijo con un tono peculiar.
Una delgada figura aparece cruzando el umbral con una sonrisa coqueta. Tiene la piel ligeramente bronceada y cabellera castaña, entra a pasos lentos, contoneándose de un lado a otro bajo la mirada nada disimulada del dueño de la oficina. Se encarga de cerrar la puerta antes de caminar hacia él, y girar el seguro despacito, impidiendo que escuche el crujir.
— Terminé con los documentos que me pediste —le explica moviendo las hojas sujetas por su mano, protegidas en una carpeta verde oscura.
Nani no ha desviado su mirada, ni siquiera para ver la carpeta. Está demasiado ocupado deslizándose en su silla y abriendo un poco sus rodillas mientras palmea su muslo.
— Gracias, Dew —farfulla.
El joven bronceado es el secretario y asistente personal de Nani. Dew coloca los documentos en el escritorio y rodea mientras sus dedos se deslizan por el escritorio para acercarse al azabache.