Capítulo 27

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No sé cuanto tiempo permanezco en el bosque. Pero decido caminar de regreso a la alambrada varias horas después, cuando ya está oscureciendo.

Me quedaría a dormir en la casita del lago. Pero tengo tanta hambre, que decido volver a casa.

Definitivamente ya no me parezco a la vieja yo. Ahora no aguanto estar unas cuantas horas sin comer, cuando antes podía irme a la cama sin cenar. Y al día siguiente, me conformaba con desayunar lo poco que encontraba en mi antigua casa en la Veta.

Camino con calma. Y cuando llego a la Aldea de los Vencedores, decido entrar por la puerta de la cocina para evitar encontrarme con Peeta o con mi madre. Intento ser silenciosa, porque no quiero ver a ninguno de los dos por ahora.

Escucho sus voces, y deduzco que ellos se encuentran en el salón. Sin embargo, no consigo distinguir lo que están diciendo.

Supongo que ya han cenado, por lo que me acerco a la estufa para buscar comida. Destapo la olla, y me sirvo un buen plato de estofado de pollo. Me siento en la mesa y como en silencio, acompañando mi cena con un poco de pan.

Intento poner atención a lo que ellos están platicando, pero no consigo escuchar con claridad lo que están diciendo.

Cuando me levanto para dejar los platos en el fregadero, me sobresalto al ver que Peeta entra a la cocina.

Él también parece sorprendido al verme, pero intenta disimularlo.

—Kat —se acerca—. Escucha...

Niego con la cabeza.

—No quiero verte. Déjame sola.

Peeta no intenta interponerse en mi camino, y deja que salga de la cocina.

Mientras me dirijo a las escaleras, evito a toda costa mirar hacia el sofá. Donde seguramente está mi madre.

Me apresuro a subir, y me encierro en la habitación.

Y a pesar de que aún es bastante temprano para dormir, me preparo para hacerlo. Y cuando termino de ponerme la pijama, me acuesto.

Giro sobre la cama varias veces, y paso bastante rato sin conseguir conciliar el sueño.

¿Cómo voy a poder hacerlo cuando sé que mi madre está durmiendo a unos metros de mí?

No sé cómo Peeta ha conseguido arreglar la antigua habitación de mi madre sin que me dé cuenta. No la he visto, pero estoy segura de que la ha acondicionado para que ella duerma ahí durante su estancia.

Realmente lo detesto por esto. Los detesto a ambos por haberme hecho esto.

Volteo a ver el reloj, y veo que a penas y pasa de media anoche.

Acomodo la cabeza sobre la almohada, intentando encontrar una posición cómoda, y me quedo viendo el vacío lugar de Peeta.

¿Por qué lo hizo?

¿Por qué me ocultó que mi madre iba a venir?

De sólo acordarme de que él se atrevío a traerla, siento que el enojo vuelve.

Inconscientemente, pongo una mano sobre mi vientre. Y lo acaricio.

Parece ser que el bebé es el único que está de mi lado. No es que tenga otra opción, pero saber que por lo menos él está conmigo, no me hace sentir tan sola.

Aún no se mueve, pero supongo que será buena compañía para esta noche.

º º º

Jamás he sido de las que perdonan, y esta ocasión no es la excepción.

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