Capítulo 26

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El tiempo pasa volando, y casi sin darme cuenta, ya han transcurrido cuatro meses desde que me enteré de que estoy embarazada.

Mi vientre aún no es demasiado notorio, pero la presencia del bebé ya es más que evidente. Es por ello que siempre procuro cubrirme con algo cuando salgo de casa, porque no quiero levantar sospechas.

En la última consulta a la que fuimos Peeta y yo, que fue hace unas semanas, la doctora nos dijo que todo parece ir en orden. Y que todo está bien con el bebé.

Ese día volvió a mostrárnoslo en el monitor que hay en el consultorio, y hemos visto que él ya ha crecido mucho más que la última vez que lo vimos.

Ahora ya pude distinguir un poco mejor su silueta, que ya tiene más la forma de un bebé. Ya no es sólo un pequeño punto negro en la pantalla.

Por fortuna, los malestares matutinos ya son cosa del pasado. Y en cambio, han aparecido otros que son más llevaderos, y los cuales me recuerdan a diario que mi cuerpo se está preparando para la llegada del bebé.

A comparación de los primeros meses, donde me la pasaba durmiendo casi todo el día, ahora tengo mucha más energía. Lo cual es bastante bueno para mí.

Y desde que se me comenzó a notar más el vientre, Peeta busca cualquier pretexto para acariciarlo. Juro que si pudiera, él se pasaría horas enteras haciéndolo.

Definitivamente él está fascinado con todo esto, y verlo feliz lo es todo para mí.

Effie también está más que encantada, y al igual que Peeta, busca cualquier pretexto para tocarme la barriga. Haymitch siempre se muestra mucho más reservado en ese aspecto, y nunca me acaricia el vientre. Pero sus comentarios burlones jamás faltan.

Casi siempre consigue irritarme con las tonterías que dice, pero en el fondo sé que no lo hace precisamente con mala intención.

Él en más de una ocasión me ha confesado que no quiere tratarme de manera especial por el hecho de que estoy embarazada, y realmente lo agradezco. Porque lo menos que necesito es que él también esté al pendiente de mí, cuidándome. Como lo hacen Peeta y Effie.

Acaricio el suave cabello rubio de Peeta, y sonrío al sentir sus labios rozar la piel descubierta de mi abdomen.

—¿Cuando crees que empezará a moverse? —me pregunta, mientras se aparta un poco para poder mirarme.

—No lo sé, debimos de haberle preguntado a la doctora cuando fuimos a consulta.

—Por cierto, Effie me dijo ayer que en unos días irá al Capitolio a comprar cosas para el bebé —frunzo el ceño—. Pero prometió ser discreta —se apresura a añadir, sabiendo que me he negado a ello durante mucho tiempo.

—Eso espero.

Peeta se acomoda en la cama y vuelve a mi lado. Siento que toma mi mano, y la pone sobre mi vientre, sin soltar su agarre.

Me sonríe, y yo también lo hago.

Agradezco que él no juzgue el porqué no me muestro cariñosa con el bebé, o que no esté cuestionándome el hecho de que no acaricio mi vientre tanto como él lo hace.

No es que deteste estar embarazada. Si ha sido complicado lidiar con todo este proceso, pero simplemente no estoy acostumbrada a ser afectiva, y Peeta lo sabe.

—He visto que ya casi acabas de pintar la habitación de a lado —le digo—. ¿Cuando comenzaras a dibujar?

—Tal vez en unos días, porque necesito que se seque bien la pintura.

Le acaricio la mejilla, y me bajo la playera. Después, me levanto de la cama y me acerco a la cómoda.

—¿Vendrás conmigo a la panadería? —escucho que me pregunta, mientras busco mi ropa.

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