Capítulo 39

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Despierto gritando, y me siento sobre la cama.

Comienzo a temblar, sin poder sacarme de la cabeza la horrible imagen de los mutos persiguiéndome, y escucho el llanto de mi bebé.

De reojo, veo que Peeta también se sienta, y me acaricia la espalda.

—Oye, tranquila —me dice—. Sólo ha sido un mal sueño, todo está bien. No pasa nada.

Respiro con dificultad y asiento con la cabeza. Él se acerca y me abraza. Me dejo, e intento dejar de sollozar.

Escucho que Rye sigue llorando desde la cuna, sin encontrar consuelo, por lo que intento levantarme, pero Peeta no me deja.

—Primero intenta calmarte un poco —me dice, y me acaricia la espalda. Vuelvo a asentir con la cabeza, y me giro para abrazarlo con fuerza.

No lo suelto, hasta que siento una mirada sobre mí. Cuando miro hacia la puerta, la veo a pesar de la oscuridad. Willow se asoma, pero no entra. Sólo se me queda viendo con miedo.

Nuestros ojos se encuentran, y en lugar de entrar y preguntar qué sucede, se va corriendo a su habitación.

Peeta también parece haberla visto, porque me mira y dice:

—Ahorita voy con ella —susurra, y me limpia las lágrimas de la cara con suavidad—. ¿Ya estás un poco mejor?

Asiento con la cabeza, y él se levanta.

—Voy con Willow, tú ocúpate de Rye —se acerca a la puerta, y me mira—. Todo estará bien.

Se marcha, y me quedo en la cama. Sigo temblando. Aún así, me obligo a levantarme y me acerco a la cuna. Cargo a Rye, y me lo pego al pecho mientras le acaricio la espaldita.

—Lo lamento —susurro, y le beso la cabecita rubia mientras lo abrazo—. Lo siento mucho.

Esto es lo que más temía. Que mis hijos me vieran así, y que queden traumados por mi culpa. Que descubran que tienen a una madre tan inestable como yo.

Él deja de llorar poco a poco, y a pesar de que sólo tiene seis meses, parece entender que necesito que se quede conmigo. Porque se queda tranquilo mientras intento calmarme.

Camino con él por la habitación, mientras le canto en voz baja. Su mejilla descansa sobre mi hombro, mientras su suave respiración choca contra mi cuello. Él se queda despierto, y me quedo un buen rato con él, reconfortándome con su pequeña presencia.

Lo separo un poco de mí, y miro esos grandes ojos grises en los que se reflejan los míos.

Le beso la nariz, y él me sonríe.

—Perdóname —murmuro.

Rye sólo me mira, y deja que lo arrulle hasta que se queda dormido. Le beso la cabecita, y lo dejo con cuidado en la cuna.

Vuelvo a acostarme en la cama, y espero a que Peeta llegue.

Volteo al escuchar que se abre la puerta, y veo que él entra mientras carga a Willow. Ella todavía parece un poco temerosa, y la culpa aumenta.

—Ya hablamos, ¿verdad cariño? —le besa la mejilla, y ella asiente con la cabeza.

Peeta se acuesta, y ella se acomoda en medio de nosotros.

—Lo lamento Willow —susurro—. Enserio lo siento.

—Yo también tengo sueños feos —me dice, mientras me mira—. Y tú siempre me dejas dormir contigo.

Asiento con la cabeza.

—Puedes dormir conmigo si quieres mami.

La rodeo con mis brazos, y ella me abraza como puede.

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