Capítulo 14

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Entreabro las cortinas de la ventana de la habitación, y me asomo discretamente.

Me quedo quieta observando a Peeta, mientras él barre los escalones de la casa de enfrente.

Desde hace tres días, él no ha venido para nada, ni siquiera para recoger sus cosas. Y en cambio, se ha ido a vivir a la que alguna vez fue su casa. La cual aún seguía deshabitada, a pesar de todos los años que ha estado sola.

Cierro la cortina con brusquedad. Y me tallo los ojos, en un patético intento por calmar la molesta sensación de pesadez e irritación.

No pude dormir nada anoche, ni las noches anteriores debido a las pesadillas interminables, y a los recuerdos. Especialmente por los recuerdos. No puedo evitar repetir una y otra vez la discusión que tuve con Peeta.

Sí que nos dijimos cosas horribles.Y es cierto que me siento dolida, pero también me causa mucho remordimiento lo último que le dije. Es algo que jamás debí haberle dicho, porque sé que lo herí profundamente.

Él me juró en el pasado que siempre se quedaría conmigo a pesar de lo que pudiera pasar, pero dudo mucho que él pueda perdonarme esta ocasión.

Al parecer Gale tenía razón después de todo. Mi destino a final de cuentas era terminar de esta manera. Sola.

Recuerdo que durante los primeros juegos, cuando la posibilidad de volver a casa se convirtió en una alta probabilidad, me preguntaba cómo sería mi vida de vencedora. Estaba segura de que no quería acabar como Haymitch, pero al parecer él terminó mucho mejor que yo.

Me sobresalto al escuchar pasos por las escaleras, y una parte de mí se emociona al pensar que es Peeta. Pero desecho esa idea cuando vuelvo a asomarme por la ventana, y veo que él sigue barriendo la parte delantera de su actual casa.

—Esto ya ha ido demasiado lejos, ¿no crees? —escucho a mis espaldas.

Haymitch.

Tenía que ser.

No le respondo, esperando que él entienda que no quiero ver a nadie. Pero a final de cuentas decido voltear, porque sé que hay sólo una persona que quizá esté de mi lado. Y es él.

Sean cuales sean nuestros problemas, preferimos resolverlos cara a cara.

—Necesito tu ayuda —le explico, y me abrigo más con la manta que tengo sobre los hombros.

—¿Qué te pasa? ¿Más problemas de chicos?

No sé por qué, pero sus palabras me hacen un daño que rara vez consiguen.

—Olvídalo —aprieto los labios, y vuelvo a mirar por la ventana—. Es estúpido creer que puedes ayudarme. Que realmente te importe lo que me suceda.

—Deja las cosas infantiles a un lado, ¿quieres? —responde molesto—. Que por eso estoy aquí, para ayudarte.

Escucho que suelta un suspiro, y volteo hacia él al percatarme de que se para junto a mí.

—Detesto decirlo Katniss, pero ¿cuantas veces te lo dije? —se cruza de brazos—. Peeta iba a cansarse en algún punto de todas tus tonterías.

—No son tonterías —me defiendo.

Él vuelve a suspirar con pesar, y se restriega la frente en un claro gesto de desesperación.

—Le prometí a Effie que estaría tranquilo, pero es casi imposible no desesperase contigo —me mira enfadado—. No quiero discutir, pero todo esto se hubiera solucionado si hubieras aceptado casarte con él.

—Ese es el problema Haymitch —me defiendo—. Si nos hubiéramos casado, aún así no hubiera sido suficiente, y hubiéramos terminado peleando como ahora, pero por los hijos.

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