Capítulo 23

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Recargo las manos en el borde del lavabo, intento calmarme para evitar enloquecer.

Sólo es una prueba.

No porque la haya comprado significa que el resultado vaya a ser positivo.

Tomo la caja blanca y me la quedo viendo, sin poder controlar el temblor que tengo en las manos.

Jamás creí comprar una de estas cosas.

Todo este tiempo he ido a la farmacia a comprar las pastillas que evitaran este momento. Pero ahora, me encuentro aquí; en el baño, en plena madrugada, mientras la duda me carcome por dentro.

Dejo escapar con brusquedad todo el aire que está contenido dentro de mí, y vuelvo a respirar profundamente, esperando poder juntar todo el valor que necesito para hacer esto.

Intento calmarme pensando en que probablemente no estoy embarazada, porque sólo he tenido una falta. Además, no he tenido ningún síntoma. Así que la posibilidad de que el resultado sea positivo es muy baja.

Según mis cálculos, no tengo mucho tiempo de retraso, unas dos semanas aproximadamente. Por lo que mi periodo podría llegar en cualquier momento.

Sin embargo, también sé que una sola falta puede significar un cambio radical en mi vida.

Me miro en el espejo, intentando darme ánimos para poder realizar la prueba. Después, vuelvo a leer lo que indica la caja blanca que está entre mis manos.

Las instrucciones son claras, una raya significa que no hay embarazo. Y dos que sí.

Sigo las indicaciones al pie de la letra. Y cuando acabo, dejo el palito de plástico a un lado del lavabo mientras me lavo las manos.

Estoy tentada a mirar la prueba, pero lo evito a toda costa. Sólo me quedo de pie, mirándome en el espejo. Y trato de evitar torturarme pensando en todo lo que podría suceder si el resultado sale positivo.

Las manos me sudan. Y siento cómo el corazón me late con fuerza contra el pecho, a tal grado, que siento que podría estallar en cualquier momento.

Espero los cinco minutos que indica la caja. Aún así, no me siento lista para verlo. Así que me quedo quieta otro par de minutos.

Tardo un buen rato en convencerme de mirar el resultado. Y antes de que pueda arrepentirme, tomo la prueba, pero sin atreverme a mirarla todavía. Y al tenerla entre mis manos, siento que estas me tiemblan aún más.

Exhalo lentamente por la boca, intentando relajarme aunque sea un poco. Y finalmente me atrevo a bajar la mirada.

El corazón me da un brinco al ver una marcada raya roja, y otra que apenas y se distingue.

¿Esto qué significa?

Estoy...

Un escalofrío me recorre entera de sólo pensarlo.

Miro el palito de plástico por interminables minutos. Sin saber qué hacer.

No quisiera decírselo a Peeta, porque no quiero que se ilusione con algo que probablemente no sea cierto, pero necesito su ayuda.

Tardo un par de segundos en decidirme. Pero finalmente opto por contárselo.

De todos modos, dudo poder ser capaz de esconderle esto. Sé que me delataría a mí misma mucho antes de que él pueda preguntarme cualquier cosa.

Sin pensarlo demasiado, salgo del baño. Y avanzo por el pasillo a través de la oscuridad, hasta que llego a la habitación.

Me quedo parada en el marco de la puerta, meditando qué es lo que voy a decirle a Peeta. Y lo observo mientras duerme.

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