Capítulo 34

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Me despierto desorientada, y busco a Peeta con la mirada, pero al parecer él ya se ha levantado, porque no está en la habitación.

Me giro despacio, hacia la cuna, y veo que la bebé tampoco está.

Aún me cuesta asimilar que ella ya esté aquí. Tanto tiempo esperando su llegada, y finalmente está con nosotros.

Que locura.

La noche sí que fue difícil. Demasiado. Jamás creí que cuidar a un recién nacido podría ser tan duro.

A Willow le da hambre a cada rato, mi madre dice que es normal, pero casi no pude dormir por estar levantándome para darle de comer.

Y como yo soy la encargada de alimentarla, Peeta se ofreció a cambiar los pañales, pero también estuvo levantándose varias veces.

Me siento muy cansada, y sólo quisiera quedarme en cama. Aún así, me levanto.

Me pongo la bata y me dirijo a las escaleras. Me agarro fuerte del barandal, y bajo despacio.

Llego al último escalón, y veo que Peeta y mi madre se encuentran en la sala. Y Haymitch y Effie están en el sofá mientras ella carga a Willow, quien está cubierta con una manta amarilla.

Camino hacia ellos, Peeta me mira con sorpresa.

—¿Kat? —me pregunta, y se levanta—. ¿Qué haces aquí? Deberías estar descansando en la cama.

No le contesto, pero me ayuda a sentarme en el sofá, junto a Effie. Quien está completamente embobada con Willow.

—Vaya preciosa, tú sí que me sorprendes —dice Haymitch con voz baja, y sonríe—. Ayer pariste, y ya bajas las escaleras como si nada.

—Si esa es tu manera de felicitarme, entonces gracias.

Se ríe, pero evita hacerlo de manera escandalosa.

—Sabía que eras terca, pero después de que Peeta me contó que te negaste a ir al hospital, y que quisiste tener a la bebé aquí... Vaya —baja la mirada hacia ella—. Sólo espero que Willow no sea tan testaruda como tú, o tendrás serios problemas.

Sonrío, y veo como la bebé duerme plácidamente mientras se queda tranquila en los brazos de Effie.

—Es preciosa, Katniss —me dice ella, y me mira brevemente—. Muchas felicidades a ambos, es toda una hermosura.

Le sonrío.

—Lo sé.

Haymitch vuelve a mirarme.

—Aún me cuesta creer que hayas decidido tener a Willow aquí —dice Haymitch—. Pobre chico, no me imagino todo lo que le hiciste pasar.

Peeta se ríe.

—No tienes idea —sonríe—. Pero gracias a la señora Everdeen, todo salió muy bien.

Mi madre sonríe, y después me mira.

—Te recomiendo que descanses —me dice—. Dormiste muy poco anoche, y necesitas recuperarte.

—Estoy bien.

—No seas terca, que mal ejemplo estás dándole a tu hija —me reprende Haymitch—. Ella es la doctora, no tú. Anda, sube. Nosotros te seguimos.

Peeta me toma en brazos, y me lleva a la cama. Me tapa con las mantas, y me besa la frente.

—¿Tienes hambre? —me pregunta.

Asiento con la cabeza.

—Ahorita te subo algo, ¿de acuerdo?

Le sonrío.

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