Capitulo 58 "Incentivo"

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Scarlett

Multiverso.

Esa es la definición a una hipótesis que asegura que hay otros universos existiendo de nosotros mismos.

Esa hipótesis me gustaba, porque me gustaba creer que en otra realidad, en otro universo y espacio, había una Scarlett diferente a mí; más fuerte, más felíz, más relajada.

También me gustaba pensar que en esa realidad Leigthon estaba bien, que mamá ya no peleaba consigo misma para no tomar las botellas de whisky cuando pasaba por el pasillo del supermercado discretamente convenciéndoce de que solamente miraría, o que solamente llevaría una botella, para las visitas. Siendo que no tenemos familia en Montana. Siendo que mi madre no tiene amigas, tampoco Leigthon y yo solamente tengo a Elizabeth y jamás le ha ofrecido una copa.

Una realidad dónde mi padre no fuera un maldito alcohólico golpeador, una donde él fuese ese padre que va a los festivales escolares, uno que me abrazara y me llamara: princesa.

Una donde no existiera Phillippe.

No, no. Una realidad dónde hubiera hecho las cosas diferentes.

Pase la crema humectante por mis brazos mientras observaba mi reflejo desganado. El cabello rojo estaba mojado por la ducha que había tomado, tenía la cara sin maquillaje, no planeaba esmerarme en mi aspecto. No valía la pena. 

Había pedido permiso a Eddy para salir más temprano y él como el gran hombre y comprensivo jefe que es me dejó ir.

Aunque internamente me hubiera gustado que me retuviera. Pero eso tendría consecuencias. Consecuencias que prefería no averiguar.

Necesitaba secar mi cabello, por ende necesitaba una secadora.

Me levanté del banquillo de madera y salí de mi habitación.

Caminé sin prisa hasta la alcoba de mi madre y la abrí, sabía que ella no estaba. Así que me tomé la libertad de entrar y buscar una secadora de pelo.

Revisé los cajones de las cómodas, el tocador, debajo de la cama, el baño y nada. Yo estaba segura de ella tenía una secadora.

Mi última opción era el armario, así que me acerqué y revolví la ropa. Hasta abajo habían cajas organizadoras que estaban llenas de pertenencias.

Saqué una y deje caer todo, nada. Fuí por la segunda y; nada. La tercera es la vencida, vaya que lo fué.

Ahí estaba la secadora de color guinda.

Ahora tocaba poner todo en su lugar, tomé los objetos a gran velocidad y los puse en su lugar. Hasta que una caja más pequeña llamó mi atención.

Sabía que tipo de caja era.

Es de esas de madera con cuero sintético rojo y un broche para abrirla. Tenía la forma de un cubo de Rubik, pero el tamaño era un poco más grande. Yo había visto esa caja varías veces.

Sentí los latidos de mi corazón golpeando en mis oídos.

«Debe estar vacía»—pensé

Tragué saliva y el pulso de mis muñecas y cuello dieron saltos.

«Mamá no haría algo así»

Tal vez no había nada dentro, tal vez había algo más.

«Entonces...¿Por qué la caja pesa?»—la vocecita insidiosa clavó una duda en mi pecho.

Dicen que ojos que no ven: Corazón que no siente, pero el corazón siempre fue un masoquista.

Mis dedos fueron hábiles al liberar el broche de la caja. 

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