Capítulo 23

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Querida Roma, hermosa y llena de vida. A unas cuantas semanas de mi llegada me había sentido tan bien, aunque claro, luego de algunos regaños de parte de mis padres pude lograr llegar al acuerdo de que me quedaría el tiempo necesario. Me hallaba trabajando en una heladería concurrida, no era lo mismo que tenía en casa, pero era muy buena la paga y más cuando no conozco nada.

Qué gran sueño trabajar con tantos helados, sabores y donas, donde su especialidad era el helado de triple sabor con donas y galletas.

¿Podría pedir algo mejor?

—Niña, pedía el especial—Escuchaba quejarse a Sídney, quien había pedido hace más de 5 minutos.

—Se me olvidaba, ya, perdón.

Ella rio, aunque sea poco creíble. Ella se ha convertido en una gran compañera, claro siempre y cuando no esté enseñándome el idioma, sus regaños son al estilo: ¡Dio abbi pietà di me e di questa ragazza! que al traducirlo sería algo estilo: ¡Dios tenga piedad de mí y esta chica!

Aún no aprendo a pronunciar muchas palabras, aunque ya aprendí a decir ¡Mamma mia! De tanto que lo pronuncia Marie al perder en el Monopoly.

—Aquí está su pedido Señora—Le entregué su helado.

—Al fin, ya era hora—Le di una gran sonrisa—¿A qué hora saldrás de aquí?

—Dentro de una hora—, empecé a limpiar el mostrador—¿Por qué? ¿Me invitas a cenar?

Recosté mis brazos del mostrador y coloqué ojitos de corderito.

—En tus sueños—Me contestó acabando con mi ilusión—Tengo que salir y no sé a quién dejarle a Rosco.

—Sabes que si lo cuidaré.

—Entonces, te dejo, iré a mi trabajo, mi tienda no se administra sola—Dijo mientras se despedía con la mano y yo copiaba su gesto.

Luego de limpiar los mostradores me pasé por algunas mesas, ese era mi trabajo servir, limpiar y siempre mantener todo limpio. Mientras llevo unas canastas para cambiarlas por otras llega una chica.

—Hey, ya veo que tienes todo controlado—, Oí la voz melodiosa de la gran Melody mientras caminaba con un montón de canastas, aunque algunas se me cayeron—Bueno, no todo.

La observé mal. Pero en algo tenía razón, en poco tiempo pude resolver muchos problemas con los que cargaba, digo muchos porque no todos.

—Me sorprende que te pases por aquí,—Recogí las cestas que se me cayeron—Aunque tampoco me sorprende mucho.

Entré a la heladería y dejé las cestas debajo de las encimeras. Melody, como me mencionó hace semanas atrás ella estaría por acá en un tiempo.

—Tenía antojo de un helado—Empezó a ver los helados en el mostrador—Ordenaré ese de galletas, tengo que hacer unas cosas en casa.

Tomando un envase comencé a servir su helado mientras elegía los extras. Se lo entregué.

—¿Entonces te quedarás con nosotras? —Ella asiente.

—Efectivamente—Se quitó sus lentes de sol.

—En fin, a mí me queda una hora más o menos. ¿Nos vemos en al restaurante de Millet? —Frunció sus labios poco convencida.

—Sera, necesito salir de la pesadilla de comer sano—Hizo una mueca—Nos vemos después, tengo trabajo aún en mis "mini vacaciones".

Empecé a reír y me despedí de ella. Esas "mini vacaciones" se derivan de mis planes y los suyos, ella necesitaba un descanso y yo salir de allá, así terminamos en un plan perfecto. Pasadas las horas por fin, en casa, luego de una larga jornada de trabajo, entre a la casa con Rosco mordiendo su hueso de juguete y Melody en videoconferencia.

Una chef novataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora