Capítulo 27

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Ivanha

—Jones, ¿te puedo pedir algo?—Asentí desconcertada—No te vayas de mi vida otra vez.

Esa frase resonaba en mi cabeza sin cesar.

Quedé helada al abrir mis ojos y que por segunda vez, en menos de unos segundos, volví a sentir la calidez de sus labios sobre los míos, sentí como mi mente quedó en blanco por un largo lapso de tiempo hasta que entre en razón y junto con mi conciencia me llene de suficiente orgullo así que lo abofetee.

—¡Jones! ¿Estás loca?—Se quejó mientras sostenía su mejilla.

No sabía que poseía tanta fuerza.

—¡Claro que no!—Negué.

—Agh—Oí su quejido—¿Por qué la bofetada entonces?

Bufé de enojo.

—¿Qué reacción esperas? ¡No seas imbécil Williams!

Se volteó mientras pellizcaba el puente de su nariz. No me puede culpar, no puede llegar de la nada después de tanto tiempo a pensar que estuve esperándolo como si fuese mi príncipe azul y yo la típica princesa en una torre esperando su rescate.

¡No estamos en un cuento de hadas!

—¡No sé!—Se excusó.

—Vaya, vaya, ¿Por qué no me sorprende?—Pregunte irónica ganando que su mirada se intensificará por el enojo,—No puedes esperar que te reciba como si fuese una princesa esperando a mi príncipe azul.

—Sí, ya sé, no tienes que recordármelo.

Me quedé en silencio, este día se convirtió en una locura. No era el mejor, pero no era el peor.

—Aunque—Alcé mi mirada hacia él—Por lo visto, si no hubiera sido así, no me hubieras correspondido con el beso Jones.

Sonrió con malicia haciendo que mis mejillas se tornaran rojas más de la vergüenza como de molestia. Eso me dio justo en el punto más débil, mi orgullo.

Suspiré mientras veía desde la ventanilla del auto, el ambiente era algo tenso y cómo no serlo, de todas las maneras en que pude haber imaginado encontrarlo está jamás la espere. De reojo observaba de vez en cuando a Williams conducir, después de la pequeña escena bajo la lluvia—la cual nos costará un resfriado—se ofreció llevarme a casa, no era el momento ni la hora para hablar, por lo cual aquí nos encontramos llegando a la casa de Sídney, no quería siquiera que se enteraran ni yo sabía qué decir.

Me encontraba en un estado de shock, donde todo era extraño y buscaba cómo conectar todos los puntos, al aún no lograrlo me causaba una gran sensación de miedo.

No de ese miedo donde te asustas por una mala nota, del miedo de que salgas herido y que sea aún más difícil repararte, es como cuando se te cae una taza y lograr remediar, pero se te vuelve a caer, no será lo mismo otra vez, serán trozos más pequeño que tocaran remediar y mientras más se rompa más será difícil arreglarla.

—Bien, según tus indicaciones debe ser aquí—indicó estacionando frente a la casa.

Volteé y ubiqué la casa justa frente a nosotros.

—Sí, justo acá.

Él me observó y asintió antes de salir del auto, acomodé un poco mi ropa—que aún se encontraba empapada—, salí del auto y caminamos en silencio hasta la entrada.

—Bueno... Yo... Creo que entraré—Dije cortando el terrible silencio que había entre nosotros.

Diablos, no todos los reencuentros son como los vi en las películas.

Una chef novataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora