CAPÍTULO 27

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Jenna

Estaba tendida en el suelo, todo en mí dolía, mis músculos ardían con tan solo hacer un leve movimiento no esperaba que ella usara las sombras contra mí que ingenua fui, Dios era como si mis huesos estuvieran haciéndose añicos, y eso era muy poco probable.

-Sí no fuera por tu pureza que debe mantener se intacta, ellas seguirían con tu tortura, pero temo que tu alma se opaque así que agradéceme por ser tan compasiva contigo niña- dijo ella sonriéndome

La miré de la peor forma posible que pude lograr concentrado todo mi odio hacia ella en mis ojos pero ella solo río.

-Queda tan poco tiempo, me alegra que hayas decidido disfrutar lo que te queda de vida con nosotros.- dijo ella para luego desvanecerse, el cuarto volvió a estar a oscuras.

Al igual que mi mente no podía pensar en nada solo llorar, lagrimas caían de mis ojos sin poder detenerlas no sabía si era por el dolor físico o sentimental. Como odiaba mi vida en este momento, ¿Por qué a mí? ¿Por qué me tenía que suceder a mí? Siempre fui una buena persona no creo haber hecho maldades en ningún momento, Dios el karma no estaba de mi lado.

En eso la luz volvió a encenderse, a duras penas levante la cabeza con la esperanza de que tal vez Rafael o su hermano hubieran venido por mí. Pero no me encontré con otro tipo de ojos avellanas, mostraban compasión, y dolor, lo que me confundió.

-Yo…- comenzó él pero luego sus ojos se volvieron negros, con un grito desgarrador

-¿Charly?- pregunte con la voz ida

-Charly no niña, recuerda este cuerpo es ahora mío- dijo otra voz que no era la Charly, más lagrimas llenaron mis ojos y alejé la mirada de esos ojos negros.

Pero otro grito me hizo desconcertar.

-Jenna Ho Dios yo lo siento por todo esto, yo nunca Dios…- la voz de Charly se volvió a escuchar lo miré con mayor atención, se sujetaba la cabeza con las manos, con ellas se revolvía el pelo con ferocidad.

-¡Este es mi cuerpo!-gritó él sobresaltándome

-¡No, niño es mío!- hablo él pero con otra voz

La escena que tenía enfrente mío era terrorífica, era como ver una lucha entre dos personas solo que en un mismo cuerpo, Dios era una locura, aunque ya no sentía nada más que odio hacia Charly no pude evitar recordar todo el tiempo que pasamos juntos, todas las veces que me dijo que me amaba, cuando era el Charly amoroso. Verlo así tan destruido por fuera como por dentro me dolía en el alma.

-Charly se fuerte tú puedes- comencé a decirle, tratando de que pueda superarlo, que pueda ser más fuerte que ellas.

-¡Jenna!- gritó él

-Vamos Charly tú puedes, eres mucho más fuerte- le decía mientras me arrastraba a su lado mis músculos dolían pero aún tenía fe en él siempre vi algo bueno el él y ese algo sigue estado escondido entre las sombras pero sigue estado.

-¡No!, ¡Este cuerpo es mío ahora!- volvió a hablar otra vez la voz

-No, nunca fue tuyo- dije mientras cada vez me acercaba a él recordando una conversación con Charly hace unos años cuando comenzamos a ser novios

Charly estaba frente a mí con un ramo de rosas blancas, con una gran sonrisa en su rostro, Dios su sonrisa era tan hermosa, y sus ojos brillaban como a mi gustaban se veía nervioso aquí arrodillado enfrente  toda la escuela.

-Jenna, mi amor eterno, mi vida entera, mi sol y luna, mi todo se mía cada día que pueda habitar este planeta y yo lo seré para ti de cuerpo y alma entero, solo di que serás mía, di que seré tuyo, di que podre gritar a los cielos que conseguí mi alma gemela, dilo y no habrá hombre más feliz que yo- dijo él haciéndome llorar de emoción y sonrojarme, él era único, era tan tierno y amoroso, no como todos decían que era,  yo podía ver dentro de él al igual que él podía hacerlo conmigo.

El Pacto De Los AngelesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora