Capitulo 2

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Pov Santino.

De camino a casa después de resolver unos asuntos del negocio, mi padre y yo nos sorprendimos al ver un pequeño grupo de personas reunidas en uno de los locales de la calle principal.

- ¿que lugar es ese?- le pregunto mi padre a uno de los hombres que nos acompañaba de nombre Fabrizio.

- esa es la panadería Greco señor- contesto Fabrizio.

- deten el auto- ordenó mi padre con tono firme.

¿quien podría desobedecerlo? el es él jefe de la mafia Italiana que controla más de la mitad de toda Italia, su nombre Bruno Lombardi, todos le temían a su nombre, un hombre justo pero poderoso, con solo mover un dedo puede destruir a cualquier persona, razón por la cual no entiendo porque estamos aquí viendo este pequeño revuelo en esta panadería.

- ¿sucede algo?- me acerque a su oído.

- abranla - señaló la preciana de metal que se encontraba cerrada. - ¿que fue lo que paso aquí?- le pregunto a una de las ancianas que se encontaba allí.

Los muchachos empezaron a mover la perciana de metal, mientras yo metía las manos a mis bolsillos del pantalon de tela negro de mi traje, observaba la escena, cada detalle, siempre es bueno saber en donde estas parado.

- la panadería no la abren hace cinco días, y hemos empezado a sentir un olor un poco fétido, no sabemos que pasa ninguna de las dos han sido vistas en estos días, escuchamos un ruido extraño y decidimos venir a ver lo que sucedía señor- respondió la anciana de cabellos grises y blancos, ojos avellanados notablemente cansados, por la edad que se reflejaba así mismo en el resto de su piel.

- QUIERO QUE SE VAYAN TODOS DE AQUÍ, YO VOY A ENCARGARME DE TODO LO QUE SEA QUE HAYA PASADO, POR FAVOR VUELVAN A SUS ASUNTOS- todos se fueron de inmediato quedando solamente nosostros y los muchachos, nadie se atreve a cuestionarlo.

Vimos los primeros candados caer por los disparos, ya que no habia otra manera de abrirlos, el olor fetido podia sentirse ligeramente, aunque cuando los muchachos levantaron la persiana un fuerte olor salio de golpe, mi padre por un segundo palideció recobrando el porte de inmediato.

Nos adentramos en él lugar, el olor era fuerte, avanzamos lentamente preparándonos por si eramos atacados, una bandeja cayo al suelo y de inmediato saqué mi arma y apunté.

- no es nada - mi padre me detuvo - guardala - puso su mano sobre la mía para que bajara mi arma.

Cuando llegamos a la parte de atrás donde se supone que hornean el olor se intensificó, había un pequeño hilo de sangre que debía llegar a la víctima, de inmediato lo seguimos, mis ojos se posaron en la mujer que estaba degollada en el suelo de ella desprendía ese olor, mi padre la observo y de inmediato se agacho para verla.

- Margarita- susurró, con la voz un poco quebrada.

Lo deje allí y decidí revisar el lugar detrás de una de las mesas con harina pude ver cabello pelirojo casi anaranjado, saliendo de la parte posterior, me acerque, cuando la ví parecia estar muerta, pero un leve movimiento en su pecho me confirmo que seguía con vida, ella estaba desnuda y sangrando, su cuerpo estaba cubierto de golpes y de sangre, las cortadas que se habían producido por los múltiples golpes; algunas eran un poco profundas en su piel, su mirada estaba fija en lo que parecía ser la otra mujer.

- papá, ella esta viva- toque la yugular para confirmar el pulso, el cual era débil.

Mi padre se acerco a ella se sorprendió al ver él estado en él que se encontraba, ella no era una niña pero tampoco parecía que fuera una mujer mayor de veinte años, me quite la chaqueta del traje y la cubrí, sus ojos se movieron levemente.

- hay que avisar a la policía para que recojan el cadáver- ordenó y de inmediato uno de los muchachos fue a efectuar la orden. - A ella me la voy a llevar a casa - le ordenó a otro.

- Yo la voy a levantar - le dije al otro hombre, el asintió y se apartó.

Me agache y me acerque a ella, se miraba tan indefensa y asustada, estaba perdida en dolor y pánico, fue abusada, sus piernas escurrían sangre, una lágrima rodó por su mejilla, ella no lo dijo pero su mirada me pedía ayuda a gritos, pase uno de mis brazos por debajo de su cabeza y el otro por debajo de sus piernas, la levante muy despacio, la sangre de sus mejillas, cejas, nariz y labios quedo impregnada en mi camisa blanca, cuando se recostó en mí cerro sus ojos.

- dame tu chaqueta - le ordené a Carló, uno de los hombres, puedo decir que es mi mano derecha.

Él de inmediato acató mi orden, se quitó la chaqueta azul que tenia y la puso sobre ella para cubrirla, mi padre observó una última vez a la mujer degollada en el suelo y un leve suspiro salió de él.

- cuando todo este arreglado, me dices cuando será el funeral- dijo mi padre a Fabrizio, el asintió.

- yo me encargare que todo quede limpio-

Salimos de esa panadería, subimos al auto, yo me senté con ella encima de mí cargándola como si de un bebé se tratara, ¿quien la habrá lastimado de ese modo? ¿como se atrevieron a hacerle esto?

Llegamos a casa entre con ella cargada en brazos, mi madre se alarmó en cuanto nos vio.

- ¿pero que paso?- pregunto agitada y asustada.

- Margarita- fue lo único que mi padre dijo y se fue a su despacho personal.

Mi madre tal parece que entendió todo a la perfección, ya que miró a la chica de cabello anaranjado y se acerco a ella, paso su pulgar en su mejilla y una lágrima se escapó de sus ojos, ella la limpió de inmediato.

Aun no entiendo que es lo que pasa, tampoco se quien es Margarita, mucho menos sé quien es la mujer que sostengo entre mis brazos, pero quiero cuidar de ella.

- MARIA, ANTONIA- las sirvientas llegaron de inmediato - llamen al doctor, alisten una habitación de arriba para ella de inmediato, busquen todo él medicamento y utencilios que pudiera necesitar él doctor y traigan toallas y agua caliente para limpiarla- ordenó todo tan rápido.

- tenemos una habitación disponible justo ahora, ya esta limpia- dijo Antonia. - Sigame señor Santino- asentí con la cabeza y la seguí.

Mientras subía por los escalones, la mujer empezó a quejarse, lo único que se me ocurrió fue darle un beso en la cabeza, así lo hice, sus quejas cesaron, sus ojos aunque estaban cerrados y ella se encontraba inconsciente no era impedimento para que las lágrimas brotaran por todo su rostro.

La deje en la cama, le quite ambas chaquetas quedo desnuda sobre la cama, Maria de inmediato empezó a limpiar sus heridas tomé mi pañuelo y limpie su rostro, las manchas de sangre empezaban a desaparecer.

- traigan una sabana para cubrirla, no debe estar así - Maria de inmediato la cubrió.

La vi por última vez y salí de allí.

El Infierno de AlexandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora