Capítulo 23

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David

Por la mañana me despertaba, podía ver cómo Jorge dormía plácidamente a mí lado y a mí me habían dado unas ganas tremendas de tocar su cara, tuve que contenerme, porque aunque no estuviese enamorado de su mujer y estuviesen en trámites de separarse yo no podía hacerme eso ni a mí, ni a Steph. Aunque no podía evitar sentirme feliz por estar con él.

Mi teléfono en ese momento sonaba, era un mensaje de Ignacio “Si vienes ahora mismo a clase te doy un beso”  me daba un vuelco el corazón. Me levantaba y me iba directo al cuarto de baño a cambiarme.

Cuando salía, él ya estaba también cambiado y le contaba lo que había pasado — ¿Tú estás seguro de que ese, te va a besar? — Era extraño, nunca había visto a Jorge comportarse de esa manera, como si le molestase que yo estuviese con otro hombre que no era él — Estoy seguro, Ignacio nunca me ha mentido — Aunque sabía que eso era mentira, prefería creer que era verdad.

Jorge se había rendido, de camino al instituto él no decía nada, ni siquiera me miraba, solo miraba la carretera y el nudo en el estómago se me había apretado en los últimos segundos.
— ¿Estás bien?
Me miraba de reojo y su cara de hastío lo decía todo
— Sí.
Así, directo, borde y sincero como era él.

Habíamos llegado a clase y mientras Jorge se iba de camino al aula de música, yo entraba y me dirigía hacia Ignacio
— Ya estoy aquí.
Él me miraba con el ceño fruncido y yo, tonto de mí, confiaba en que me fuese a besar
— Quiero ese beso Ignacio
Él se reía, y sus amigos lo hacían con él, otra vez había caído en sus redes, otra vez me había dejado llevar por algo que me estaba destrozando la vida.
— Me dijiste que…
Interrumpía sus carcajadas para responderme, mientras un dolor puntiagudo asomaba por mi pecho, jamás en toda mi vida me había podido llegar a sentir así de avergonzado. — Claro que te lo dije, pero… ¿De verdad crees que eso va a pasar? — Suspiraba, un puñal en el corazón había roto su piel y ya no quedaba nada con que sostenerlo.

De reojo miraba a Víctor, mi primo tercero, si, él era eso, pero yo no me podía llegar a imaginar cómo alguien que es casi como de tu familia era capaz de hacerte tanto daño.
— Esto, es por lo del otro día.
Me iba de la clase, yo ya no estudiaba allí, mi futuro estaba con los compañeros de Sara. Las lágrimas recorrían mi cara ante tanta maldad, no me podía llegar a imaginar que fuesen a jugar conmigo con tan solo cuatro palabras.

Cuatro palabras que herían, que mataban a partes iguales y aun así hubiese sido capaz de hacer cualquier cosa si ellos me lo hubiesen pedido, así de inocente y de tonto era en ese momento de mi vida.
Una vida que de nuevo volvía a jugar conmigo, porque siempre todo lo malo que imaginaba en mi cabeza acababa siendo realidad.

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