Capitulo 8

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David

Aunque me costaba, de repente sentía como la música había cobrado toda su esencia, se había apoderado de cada rincón de mi cuerpo, podía ver todos los colores cada vez que cantaba, Azul, Rojo, Amarillo y Morado, siempre Morado, era mi color favorito y de algún modo u otro sentía que ese color me conectaba un poco más a Cristina. Mi cantante favorita, era como si algo tirase de mí.

Pero era imposible que la felicidad permaneciese en mi vida durante mucho tiempo, era domingo, llegaba el momento de una ducha, después de haber estado casi una semana sin pisarla, tardaba y tardaba, por qué no quería salir nunca de ahí.

Unos golpes malhumorados aporreaban la puerta — !Que salgas ya de la ducha! ! Tú no la estás pagando! — El estómago se me puso del revés, los nervios empezaban a apoderarse de mí — Salía de la ducha y en el pasillo, no había nadie, mi madre y José estaban en el sofá, yo tenía que ir a la habitación a cambiarme de ropa — Te podrías duchar cuando no está él, por qué ahora está cabreado — La rabia salía de los poros de mi cuerpo, como el vapor que hace un instante me rodeaba ¿Cómo era capaz de decirme algo así? — Y tú, en vez de hacer todo lo que él quiere, podrías defenderme — Silencio, últimamente el silencio era nuestro diccionario en casa y dolía.

Ni siquiera tenía las respuestas a por qué se dejaba llevar sabiendo que lo que él hacía a mí me hacía daño, dicen que una madre lo es todo, y para mí se estaba quedando en nada. — No es tan fácil.
Me carcomía su respuesta, así que por primera vez tuve el valor de decírselo — Si que lo es, el problema es que tú no me quieres — La echaba de mi cuarto, no merecía la pena seguir teniendo está conversación, como tampoco merecía la pena intentar luchar.

Iba al salón, en la televisión siempre había películas del oeste, a mí no me gustaban, pero él se había apoderado del mando y no podía hacer nada. O no quería o no me atrevía, ahí estaba la gran pregunta. — ¿Tú qué? ¿Que te pasas por los huevos lo que te digo? — De nuevo, la bola estaba en la garganta, me impedía hablar, el calor subía por mis mejillas y parpadeaba muy rápido.
— Está es mi casa…
Se reía, miraba a mi madre que a su vez también se reía.

Y de nuevo, el vacío se instalaba en mi cuerpo, me había mentido, sin duda mi madre me había mentido cuando había venido a mí dormitorio a decirme eso.
— ¿Ves lo que te decía?
La sonrisa del rostro de Itziar se borraba de un plumazo, yo la miraba desafiante mientras me levantaba rumbo a mi cuarto.

No había comido nada, me sentía culpable cada vez que un plato estaba delante de mí, la oscuridad una vez más, me rodeaba a media noche, esa voz, otra vez Cortate me daba pavor, que me dijese ese tipo de cosas, ahora, las voces de Ignacio, Victor y los demás compañeros de clase llegaban a mi cabeza “Eres una mierda de persona” “No te mereces nada” “Pringado”  de nuevo, esa voz que parecía la de un duende me volvía a trastornar “¿Ves? Nadie te quiere” “Cortate

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Este es uno de los capítulos más intensos que he tenido la oportunidad de escribir, espero que os esté gustando la historia.

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