Capítulo 6

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David

Siempre he sido de los que piensan que las canciones son personas, personas que nos acompañan en cada momento, en cada pena, en cada herida abierta que se desangra, que chorrea sangre incapaz de detenerla, personas que nos cogen de la mano en la soledad. Pues eso es lo que había sentido la tarde de antes, mientras cantaba esa bonita canción en mi habitación y a solas.

Íbamos de camino a nuestras respectivas clases, Sara y yo hablábamos de lo injusto que era todo, siempre habíamos soñado con cumplir nuestro sueño juntos y solo uno de nosotros lo conseguiría, por supuesto no era yo. — Me parece súper injusto, tú te mereces tanto como nosotros estar en el proyecto  — Tenia razón, de las pocas cosas de las que estaba seguro, una de ellas, era esa. —Ya lo sé Sara, pero qué hacemos, es imposible convencer a Greta de lo contrario, los del proyecto la miran con lupa, como a todos — La cara de fastidio de mi amiga era evidente, se abrazaba aún más a sus libros, como si se fuese a caer de un precipicio, en momentos como ese sabía que ella estaba resignada, y pocas veces, desde que la conocía había estado así.

Dos de los compañeros de clase venían hacia nosotros, y justo cuando les miraba intentando esquivarlos, sus refrescos, hechos básicamente de limonadas congeladas saltaron hacia nosotros.

Mis libros, que antes estaban también, abrazados a mí, habían caído al suelo estrepitosamente, de la misma manera en la que también lo habían hecho los de Sara. — ¿Por qué no vas y te das una ducha? es bueno para quitarte eso de la cara — Y con las últimas palabras de Víctor clavadas en mi pecho, se fueron.
—!Iros a la mierda!
Era la primera vez que veía a mí mejor amiga enfadada, utilizando ese tipo de expresiones tan poco comunes en ella.
—Uy que se enfada la princesita.
Desaparecieron de los pasillos, impasibles, malvados, oscuros y yo, me quedaba allí llorando, era inevitable que las lágrimas se apoderasen de mí.
— No vas a llorar aquí.
Sara me empujaba, pero yo no era capaz de ver nada, las lágrimas tapaban mi visión, hacia que estuviese más borrosa, pero podía sentirlo. Podía sentir como todas las miradas estaban clavadas en nosotros.

Poco tiempo después salíamos del cuarto de baño, las clases ya habían empezado y no se escuchaba un alma en el pasillo. Me aterraba la idea de tener que volver a mi aula, de tener que sentir como todos se burlaban de mí por mi aspecto, por mi situación, por cómo cantaba, por todo. — Oye ¿Me acompañas a la clase de música ayer me dejé unas cosas? — Miraba mi móvil, probablemente no llegaría a primera hora, sumado al miedo que ya tenía, no dudaba en aceptar.
— Si claro, vamos.
Pero cuando llegaba allí, las cortinas rojas que separaban el pasillo del aula, estaban cerradas.

Fruncía mi ceño, algo extraño estaba pasando, mientras Sara abría la cortina, una canción que yo conocía muy bien empezaba a sonar acordé a las voces que la cantaban, no me podía creer lo que estaba viendo, como tampoco podía creer que me lo mereciese, yo nunca me iba a merecer nada bueno que me pasase en la vida. La canción “Juntos somos más” era cantada por los compañeros de clase de mi amiga.

Alcancemos Las Estrellas (En proceso) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora