CAPÍTULO DIECISIETE

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𝐒𝐄𝐍𝐓𝐈𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒
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No es el sexo lo que nos da placer,
sino el amante.
— Marge Piercy

C A L L E

No puedo creer que haya aceptado algo como eso. Estoy haciendo tantas cosas no propias de mí desde que he permitido que esta mujer entre a mi vida. Y lo peor de todo es que, algo en ella me atrae más de lo que me gustaría. No puedo decir que exista amor en lo que sea que tenemos, eso está claro, pero tiene algo que no me deja soltarla.

— ¿A dónde vas? — le pregunto cuando veo que no deja de caminar de un lugar a otro.

El vestido que usa le queda muy bien. Todo lo que usa le queda bien.

— Fui invitada a una fiesta junto a la hoguera — responde mientras se pone los aretes.

— ¿Con quién?

— Unos amigos — responde. No parece darse cuenta de que mi pregunta no es para nada amable. ¿Quiénes son esos amigos? ¿En qué jodido momento se ha hecho unos amigos en este lugar cuando claramente solo lleve un día?

— ¿Qué clase de amigos?

— Unos amigos simpáticos. ¿Quieres conocerlos? Te van a agradar...

—...no me interesa — le interrumpo.

Me levanto de la cama y me dirijo al cuarto de baño para darme una ducha.

* * *

Abro los ojos sobresaltada; enfrentándome a la oscuridad de la habitación. Estoy sudando a mares y sintiendo una opresión en su pecho. Trago saliva y aun así sigo sintiendo mi garganta seca. Trato de respirar por la boca mientras paso las manos por mi rostro. Mi respiración acelerada llena la habitación.

Miró a mi lado esperando no haber despertado a Poché, pero ella no está en la cama; lo que me lleva a mirar la hora. Es la una de la mañana y no se ha aparecido. Añargo el brazo hacia la mesilla de noche para tomar mi celular con la intención de llamarla y preguntarla por qué aún no había regresado de esa estúpida fiesta de hoguera; pero unos pasos en el baño me lo impiden. Detecto la luz encendida y solo en cuestión de segundos veo que Poché salir por la puerta con un pijama lleno de dibujos animados puesto y el pelo medio húmedo.

No puedo creer que use un pijama tan feo para dormir. Aunque le sienta perfecto. Su cuerpo es perfecto para todo, pero me gusta más verlo desnudo y aún más, con marcas rojas.

Apaga la luz y cerra la puerta detrás de ella dejando la habitación oscura. Solo la las luces del exterior permiten ver el camino a causa de la pared transparente que da al balcón.

— ¿Te desperté? — me pregunta.

— No; solo...no me sentía bien — respondo.

Ella deja en el brazo del sofá la toalla que tenía alrededor del cuello y camina hacia mi encuentro.

— ¿Sufres de indigestión?

Estoy a punto de decirla que no es nada de eso; y por supuesto tampoco pensaba hablarle de mi pesadilla, pero ya ella tiene mi mano y comienza a aprietar ligeramente fuerte el especacio entre mi dedo pulgar y el índice.

— Mi abuela siempre hacía eso cuando sufría una indigestión. Verás que te pondrás mejor muy pronto.

Me quedo en silencio.

REGLAS DEL JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora