CAPÍTULO DOCE

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𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎

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Para comprender la sumisión se necesitan conocimientos, pero para vivirla, experiencias.


C A L L E

No he podido conciliar sueño el resto de la noche. Estaba pensando en Poché y ése tipo. ¿Quién era y dónde iban a entrar?

Poché no me parece la clase de mujer que se dejaría llevar por cualquiera, pero ¿y si se aprovecha ése tipo del hecho de que estuviera ebria?

Llamo a su teléfono y está apagado.

Maldita sea...

Siento que voy a volverme loca a este paso. Solo se me ocurre enviarle un mensaje de texto, aunque no estoy segura de que fuera a verlo.

Ven a la mansión en cuanto
amanezca.
— Calle.

En cuanto amanece; le informo al vicepresidente de mi empresa que no llegaría en todo el día y que podía proceder con lo que teníamos pendiente, que después yo me reuniría con los inversionistas mexicanos.

El sonido de la puerta hace que mis ojos se dirijan a ella. Miro la hora. Debe ser Poché, y debe seguir borracha, ya que está trarando de abrir mi puerta. Me levanto de la silla que había junto a la encimera y camino hacia la puerta para abrirla, pero me quedo en seco al ver que es la mujer de limpieza. Carmen. Vaya, se me olvidaba por completamente que hoy es uno de los días en los que viene a limpiar la casa. Y al parecer, está sorprendida de verme.

— Buenos días, señorita Calle.

— Buenos días — respondo secamente dejándola ahí parada y volviendo a la cocina a por mi teléfono.

Miro la hora nuevamente y no se me pasa por alto el hecho de que Poché no me haya respondido al mensaje. Subo a mi habitación marcando nuevamente su número y el teléfono sigue apagado, por lo que se me ocurre llamar a la oficina.

En el tercer timbre su voz agotada y entrecortada me responde. Parece haber corrido para atender a la llamada.

— Empresa...

— ...ven al apartamento ahora mismo sino quieres perder tu trabajo.

Estoy cabreada. Realmente estoy furiosa. A lo largo de la madrugada, justo cuando no podía conciliar sueño tras su llamada y tras escuchar esa voz masculina al otro lado de la línea — lo que claramente me había enfurecido muchísimo más — me había tomado el tiempo de elegir cuidadosamente los instrumentos que iba a usar para su castigo.

Le informo a Carmen que si llegaba mi secretaria que le dijera que suba, y que ella se fuera a su casa por el día de hoy. Él chófer iba a encargarse de llevarla.

Ella asiente.

En cuanto llega Poché, Carmen hace exactamente lo que le ordené. Parada junto a la puerta a lo largo del pasillo, veo a Poché aparecer. Aunque estoy furiosa, mi mente no puede evitar dar una opinión de lo bien que se ve con ése vestido. Pero mi boca se contiene y solo entro en la habitación y mantengo la puerta abierta para que ella entrara. Hace lo mismo y le ordeno que se desnude.

Ella lo hace y me mira tan inocentemente mientras se deshace de sus ropa que siento que puedo desistir del castigo, por lo que aparto la mirada de ella y la furia vuelve a colarse en cada parte de mí, sin excepción.

REGLAS DEL JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora