CAPÍTULO NUEVE

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𝐑𝐄𝐀𝐂𝐂𝐈𝐎́𝐍 𝐈𝐍𝐄𝐒𝐏𝐄𝐑𝐀𝐃𝐀

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No puedes desatar el infierno con esta carita y pretender que siga siendo un ángel.

— David Sant


P O C H É

Los rayos de sol golpean mi rostro con ímpetu. Me muevo en la cama intentando ocultar mi rostro, en busca de un refugio; pero mi mente parece procesar atrayendo fragmentos de lo sucedido a noche.

Me he entregado a la sumisión.

Daniela Calle es más que una mujer atractiva y fría.

Ella tiene...

Mis ojos se abren de inmediato para enfrentarme a la realidad.

Daniela calle tiene pene. Lo vi, lo sentí. Y...me gustó.

Me muevo en la cama mirando el techo. Un elegante techo como todo lo que viene de ella. Ladeo la cabeza hasta darme cuenta de que todo lo que rodea la habitación es cristal. Las paredes son de cristal. ¿Cómo es que no me había dado cuenta? ¿qué tanto podrán ver las personas del exterior?

Maldiciendo, me cobro rápidamente con la sábana mientras me levanto en busca de mi ropa, pero la puerta se abre inmediatamente y me quedo quieta. Sin saber qué hacer. Es Calle. Usa unos pantalones grises largos de tela de algodón y una camiseta blanca. Sostiene su portátil en una mano. Y se ve hermosa, como siempre o aún mejor.

¿Es normal que sea yo quien se sienta nerviosa? Porque ya ni me atrevo a mirarla a los ojos.

Me aclaro la garganta y miro el piso.

— Amm...justo, estaba a punto de vestirme para...irme.— le digo nerviosa. Más de lo que desearía estar, hasta noto que mi voz tiembla al hablar.

— ¿Se te ha perdido algo?

La miro por una fracción de segundos sin entender su pregunta. Esta vez me rasco la nuca sintiendo que me estremezco cuando sus ojos encuentran los míos.

— No...

— ...entonces, mírame...

Trago saliva torpemente y la miro; al tiempo que siento una extraña sensación en el estómago.

— Yo..debo ir a casa y, alistarme para trabajar.

— Soy tu jefa. Estás conmigo, creo que no tienes nada de lo que preocuparte.

Se aparta de mí y deja el portátil en la mesilla de noche. Quería preguntar sobre las paredes. ¿Cómo podía alguien vestirse así? Siento que todos las miradas del exterior están sobre mí.

Cuando voltea a verme, aporto la mirada de los cristales y ella dirige su mirada hacia ellos. A continuación me mira.

— Nadie puede verte desde el otro lado.

Por un momento me pregunto si solo lo dice para que me sienta mejor o es que realmente es así. Y si es así, no creo que ella esté de acuerdo con que todo el mundo la viera manteniendo sexo como el que ella está acostumbrada.

— ¿Quieres...que te prepare el desayuno?. — pregunto de repente, pero ella no parece sorprendida.

En el contrato de sumisión pone que tenía que hacer trabajos domésticos. Obviamente no soy una máster chef, pero puedo presumir de ser buena en la cocina aunque no me gusta mucho hacerlo. Solo tolero la cocina cuando Valentina está en casa. Además, yo también me siento un poco hambrienta.

— Yo siempre hago mi propio desayuno. De la comida y la cena ya se encarga una persona.

Miro de un lugar a otro sin saber exactamente en qué ocuparme.

— ¿Quieres que ordene este lugar?

— Quiero ver tu cuerpo, Poché...— dice de pronto —. Librate de la sábana.

Debería sentirme usada; pero pese a eso, solo me siento halagada. ¿Y si se comporta así con sus otras amantes? Eso en este momento me da igual, ahora es mi turno y me siento así.

Sin tener que pensarlo dos veces, dejo caer la sábana al suelo. Ella se lame los labios y me basta ése gesto para desearla. Ella se acerca a mí y acaricia mi rostro lentamente. Con su dedo pulgar acaricia mis labios.

— Vamos a la ducha...el agua está rica.

Sin oponerme, ella toma mi mano y me conduce hacia la ducha. Sí que se veía una delicia en la bañera, hasta me dieron ganas de meterme de una vez, pero ella se sienta al borde de la bañera y me toma por la cintura para empezar a besar mi abdomen. Mis pechos. Un gemido sale de mí, libremente. Me había dado cuenta de que podía gritar todo lo que quisiera, no tenía vecinos en ésa planta. Su lengua recorre mis pezones mientras sus manos se mantienen frenéticas en mi piel.

— Tócame.— me dice mientras llevaba mi mano hasta su polla. Caliente y ya erecta.

Es muy grande y palpita en la palma de mi mano. Cuando le doy un leve apretón, gime exhalando un ligero aliento y sinto el frío en mi vientre, por donde su lengua había paseado, provocando que me estremezca.

Me temblaban las manos. Bajo a toda prisa sus pantalones y los dejo a la altura de los tobillos. La tiene más grande de lo que mi consciente podría recordar. Me arodillo, apoyando las manos en su regazo, acaricio su polla y ella echa la cabeza hacia atrás, gimiendo. Cuando mi boca cubre su enorme polla ella baja la cabeza para verme encontrándose con mis ojos. Parece sorprendida, y por un momento noto que se le frunce el ceño, como si fuera a molestarse por mi atrevimiento, pero no me detengo y más bien muevo la cabeza de arriba para bajo a lo largo de su gruesa barra de carne.

Apenas puedo imaginarme cómo me veo en este momento. Definitivamente había perdido toda la diplomacia o cualquier principio. Ahora solo mis instintos primitivos estaban tomando el control de mí y de cada uno de mis actos. Su polla se hinchaba en mi boca y la sentía más grande y gruesa; a tal punto de llenar mi garganta y casi hacerme atragantar. Una mano suya se detiene en mi pelo tomándolo desde la raíz con fuerzas.

— Detente — me dice con un tono grave, pero estaba demasiado excitada como para percatarme de que estaba alterada. Mis ojos ya no estaban puestos en ella. Mi único objetivo era hacerla disfrutar y de paso disfrutar de su sabor.

Mi boca se mueve más rápido. Había visto en muchos vídeos que eso excitaba a los hombres; y supuse que funcionaría con ella ya que poseía una polla.

— Detente — chilla alejándome de golpe, de modo que término cayéndome al suelo.

La miro con ojos muy abiertos. Aterrada por la oscuridad en su mirada. Su reacción ha sido tan inesperado que no puedo siquiera creer que haya pasado.

— Calle...— es lo único que logro decir en un susurro. A penas puedo moverme. Estaba tan desconcertada y perpleja ante su reacción que no pude moverme.

Ella hace un esfuerzo por volver en sí. Se levanta y se sube los pantalones.

— Puedes ducharte aquí... cuando termines el chofer te llevará a tu casa.

Sale del lugar dejándome ahí. Ni siquiera se ha tomado el tiempo de preguntarme si me encuentro bien o si me he hecho daño. Simplemente se ha marchado como si nada.

No estaba entendiendo nada...









Pd : Me lo han pedido mucho y ni siquiera lo tenía completo (el capitulo) ni corregido así que qué espero lo disfruten

REGLAS DEL JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora