CAPÍTULO VEINTITRÉS

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𝐒𝐄𝐍𝐓𝐈𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎𝐒 𝐂𝐎𝐍𝐓𝐑𝐀𝐑𝐈𝐎𝐒

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Nunca te enamores de un corazón roto... algunas piezas siguen perteneciendo a otro y nunca podrás tenerlo por completo.


C A L L E

— ¿Te vas a casar? ¿En qué carajos estás pensando Calle? — grita Aida y su voz inunda el consultorio.

— Lleva a mi hijo en su vientre.

Ella respira hondo. Es más que obvio que hace un esfuerzo para no colapsar. Posiblemente yo sea su paciente más compleja.

— ¿Estás lista para ello? — habla con una calma forzada.

No estoy lista para nada. No estoy lista para tener hijos o casarme, pero la situación lo requiere. Me hierve la sangre con solo pensar que Poché y ése tipo podrían terminar follando de nuevo o después terminarían siendo una pareja. De hecho, me hierve la sangre imaginar a Poché con alguien más que no sea yo. ¿Cómo podría dejar que se marche?

— Lo superará.

— Eso no es un experimento, Calle. Tampoco es cuestión de suerte o una de esas historias con finales felices donde el amor cambia todo; porque si fuese ése el caso...habrías cambiado por Laura.

Mi cuerpo se tensa. Ella siempre toca ése tema.

— Poché no es Laura.

— Amaste a Laura y posiblemente más de lo que amas a Poché.

— No amo a Poché.

Ella alza la ceja.

Honestamente esta historia está empezando a sacarme de quicio. Me levanto de la silla.

— Hago eso porque...

— ...no lo digas. Ambos sabemos que nos es cierto. Lo haces porque quieres tenerla a tu lado sin importar qué. Solo crees que ella te pertenece.

— No lo creo, es así.

— Calle...

— ...esta será nuestra última terapia — digo volteando a verla.

Llevo muchos años metida en eso y nada ha cambiado. Me he hecho a la idea de que nada cambiará. Solo debo aceptarlo y ya.

— No puedes simplemente dejarlo todo, Calle. Puedes vencer tus demonios...

— ...llevamos en eso muchos años, creo que ya no tiene sentido seguir con ello. Puedes mantener tu consultorio en este lugar. Es mi regalo por tu paciencia.

Ella abre la boca para decir algo, pero no lo hace. Abandono el lugar y voy a subir en mi auto. Marco a mi asistente para que me informe sobre el paradero de Poché. En cuanto lo hace conduzco hacia el lugar. Al parecer se encuentra en una cafetería en el centro de la ciudad. Para mi desagrado, justo cuando estoy llegando, veo a través de las paredes de cristal que rodean la cafetería, que su folla-amigo de la infancia se estaba sentado en la misma mesa que ella, mientras ella lo estaba sonriendo tan felizmente.

Trato de mantener la calma y actuar con cordura. Bajo del auto y entro en la cafetería. Noto que la expresión de Poché cambia automáticamente en cuanto me ve. Ahora la ira y el desagrado ocupan el lugar de la alegría y simpatía en su expresión.

— ¿Qué ocurre? ¿Te sientes mal? ¿Es el bebé? — pregunta el idiota con extrema preocupación.

Tengo ganas de matarlo. De hecho, ahora estoy pensando en las mil formas que podría hacerlo.

REGLAS DEL JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora