CAPÍTULO VEINTIDÓS

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𝐂𝐄𝐋𝐎𝐒 𝐀𝐑𝐃𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄𝐒

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Los amores más duraderos son aquellos en que uno de los dos amantes es extraordinariamente celoso.

- Mariano José de Larra


P O C H É

No puedo creer que realmente me haya hecho los análisis después de que ésa idiota hablara al respecto. Ni siquiera puedo creer que me haya estado espiando todo ése tiempo.

«Es una idiota»

- Señorita Garzón - llama la mujer que ocupa el papel de secretaria.

Me levanto de la silla cuando me informa que el doctor quiere verme. Se lo agradezco y me dirijo hacia el consultorio.

- Señorita Garzón, siéntese, por favor.

Para ser honesta no sé cómo interpretar su expresión. No parece estar a punto de darme una mala noticia, pero tampoco parece que fuera a decirme algo bueno. Supongo que debo mantenerme imparcial. Estar lista para lo que fuera que refleje los resultados.

- ¿Va algo mal?

- Felicidades. Está embarazada.

Todo mi cuerpo se paraliza. De hecho, siento que mi alma huye de mi cuerpo.

«¿No era algo tan obvio? ¿por casualidad tomaste clases de biología?»

Eso es imposible. Quiero decir. Es cierto que la última vez Calle no usó preservativo y yo me olvidé de tomar la pastilla, pero esas cosas suelen fallar ¿no?. Los resultados pueden equivocarse, como cuando dicen a una madre que tendrá un hijo y resulta ser una hija...puede pasar lo mismo con un embarazo ¿no?. Obviamente la idea de que pudiera ser Julián quedaba totalmente descartada; ni siquiera tuvo tiempo de correrse cuando lo detuve, usaba preservativo...no había una posibilidad de que fuera él.

- Yo...quiero decir ¿puedo hacerme la prueba de nuevo?

- ¿Disculpa?

Niego con la cabeza. Me siento tan fuera de mí en este momento que ni sé lo que estoy diciendo.

- Nada, lo siento - me levanto - con permiso.

Él asiente.

Salgo del consultorio y me dispongo a caminar como si me hubieran anunciado que estaba al borde de la muerte. De alguna forma se sentía un poco así. Aunque no había pensado en tener hijos todavía, podía aceptarlo, pero el problema era la causante de su existencia. Pensar en ello me ponía furiosa.

Cuando salgo al exterior, la veo ahí parada, junto a su lujoso auto. Mis pasos se apresuran hacia ella y tan pronto como me detengo delante de su físico, mi mano se estrella contra su mejilla logrando que los presentes a nuestro alrededor nos miraran impactados y comentaran al respecto. Ella se queda inmóvil por unos segundos. Mi reacción no parece haberle tomado por sorpresa. De hecho, parecía que supiera que eso pasaría una vez que me entere de la verdad, lo que solo me hace entender que ya lo sabía. Que ella había hecho todo a propósito.

- Tú...lo hiciste...

Ella finalmente me mira y me sonríe.

- ¿Querías tenerlo con ése idiota que anda detrás de tu trasero como un maldito perro? Nunca permito que alguien más toque lo que sigue siendo de mi interés.

REGLAS DEL JUEGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora