¿¿Por qué??

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En cuanto Ayerin llegó a los muros de la ciudad blanca, la primera persona que la recibió fue la dama elfa Arwen. Ésta se encontraba jovial por la llegada de su amiga y futura hermana por ley. Sin embargo, cuando la capitana entró en el establo y, rechazando sutilmente la ayuda de quienes se encargaban de los caballos, bajó de su montura, Arwen se percató de que su rostro no denotaba nada bueno...

-Ayerin -murmuró llamando la atención de la mujer. Ésta levantó la cabeza, dejando a la vista sus mejillas húmedas y ojos rojizos por el llanto. La dama de Rivendell se preocupó al ver su rostro en ese estado-. ¿Qué te ha ocurrido? -inquirió con su voz dulce y su delicado acento élfico.

La capitana, a pesar de que era capaz de aguantar dolor físico, nunca había sentido tanto dolor emocional, el cual no podía soportar. La espina que tenía clavada en el corazón parecía agrandarse a cada día que pasaba desde la fiesta en La Comarca.

No pudo soportarlo y volvió a llorar. Aquella reacción preocupó todavía más a la elfa, la cual no dudó en abrazarla. La mujer aceptó el abrazo. Le reconfortó mucho, ya que, desde aquella noche, no había recibido ese gesto de afecto. Correspondió al abrazo de su amiga, a pesar de que las lágrimas seguían derramándose por sus mejillas.

Con cautela, y sin llamar la atención de las personas, subieron a la torre hasta los aposentos de la capitana. Una vez ahí, ambas mujeres se sentaron en la cama. Arwen volvió a preguntar por lo ocurrido y, entre cataratas de lágrimas y sollozos, Ayerin le explicó todo lo ocurrido desde el primer día en que había puesto un pie en la región de los hobbits. Cuando llegó a La Comarca, creyó que las cosas iban a ir bien. Cuando vio a Legolas, pensó que las cosas habían ido a mejor. Pero cuando se despidieron...

La parte de la despedida fue la que más le costó explicar a la capitana, ya que el llanto volvió, y la dama elfa tuvo que arreglárselas para descifrar la historia completa. Antes de que se dieran cuenta, una doncella llamó avisando de la cena. Arwen se levantó y miró a Ayerin, quien seguía sentada en el lecho, intentando aguantar más lágrimas mientras se secaba los restos de las que había en sus mejillas. Levantó la mirada y observó a la elfa.

-No tengo hambre -fue lo único que murmuró. No hizo falta más para que la dama asintiera con la cabeza y se marchara, dejando a la mujer con sus pensamientos.

El rey ya se encontraba a la mesa cuando su amada llegó. Estaba esperando a las mujeres para empezar a comer, pero se extrañó al no ver a su hermana.

-¿Dónde está Ayerin? -inquirió a la dama de Imladris.

-No tiene apetito -contestó simplemente mientras tomaba asiento.

El monarca se extrañó. Ayerin no era el tipo de persona que se perdía las comidas. Si no había provisiones, no había más remedio, pero aún cuando, en los tiempos de exilio, había que realizar viajes que consistían en caminar día y noche sin descanso, aún entonces, llevaba al menos una pieza de fruta o unas bayas para comer por el camino camino.

Pero ¿que su hermana no tuviera hambre? Debía ser algo serio...

-¿Ha ocurrido algo? -inquirió con un tono un tanto preocupado. Al hablar en la lengua de los elfos, los pocos guardias que había en la sala no entendieron la pregunta.

-Es... Complicado -contestó, en parte, para no alterar a su futuro marido, pero sabiendo que la respuesta lo preocuparía y extrañaría tanto como a ella.

-¿Qué ha sucedido? -cuestionó más intrigado, aún sabiendo que era un tema serio.

-El príncipe del Bosque Negro... -empezó a explicar, de manera que no mencionara su nombre para alertar a los guardias-. Ha dejado en claro que no pueden volver a verse.

Cierto "Orejas Picudas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora