El Gran Río y Las Cataratas de los Rauros.

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-Nunca antes hemos vestido a extraños con el atuendo de nuestro pueblo -habló Celeborn-. Que estas capas os sirvan de escudo frente a los ojos enemigos.

Nos entregaron unos paquetes que fuimos colocando en barcas que nos proporcionaron. En una barca estaban sentados Pippin y Merry observando cómo Legolas cargaba los paquetes en el bote. Yo los cargaba en otra en la que estaban Sam y Frodo.

-Lembas -me sorprendí-. Pan élfico para el camino -expliqué a los hobbits desconcertados-. Un simple bocado llena el estómago de un hombre fornido.

-¿También de una mujer? -preguntó Sam. Reí.

-Sí, señor Gamyi. También de una mujer.

Terminamos de preparar los botes, repartimos los ocupantes y ayudamos a Gimli y a los hobbits a subir a sus respectivas barcas: Boromir subió junto a Pippin y Merry, Aragorn junto a Frodo y Sam, y yo subí con Legolas y Gimli.

Flashback: (hace unos instantes)

-Para ti, joven Ayerin, no se me ocurre qué presente poder darte.

-No necesito ningún presente de la Dama de la Luz.

-Ser la única mujer en un grupo de hombres no es fácil. Te implicará ciertas privaciones. Pero también es una oportunidad, para demostrar a los demás de los que eres capaz, por lo que te entrego mi bendición. La gente te necesita. En el hogar y en la batalla. No lo olvides.

-¿Te encuentras bien? -preguntó Legolas haciéndome volver a la realidad.

-Sí. Sí, estoy bien.

-He recibido mi más grave herida con esta partida -comentó Gimli-. Haberla visto por última vez. La más hermosa. Ahora no llamaré hermoso a nada salvo al presente que me ha dado.

-¿Cuál ha sido su regalo? -me atreví a preguntar.

-Le pedí un cabello de su dorada melena. Ella me dio tres.

Seguimos río abajo. Se iba haciendo cada vez más amplio y a los lados teníamos árboles. Durante todo el camino tuvimos bosque en las orillas y el río daba la impresión de que cada vez era más amplio.

De improviso, se escuchó un cuervo en mitad del silencio del agua. Pensamos que no sería gran cosa. Hay cuervos en todas las regiones. Más abundantes o menos, pero los hay.

Al anochecer dejamos las barcas en una orilla y montamos un pequeño campamento, fácil de recoger al alba.

Boromir y Aragorn hacían guardia en la orilla. Hablaban entre ellos. Me acerqué para enterarme un poco de lo que decían.

-Minäs-Tirith es el camino más seguro -decía Boromir-. Tú lo sabes. Desde allí podremos reagruparnos. Asaltar Mordor desde una posición de fuerza.

-No queda fuerza en Gondor que pueda abalarnos.

-Confiaste enseguida en los elfos. ¿Tan poca fe tienes en tu propio pueblo? Sí, hay debilidad. Hay fragilidad, pero aún queda coraje y honor en los hombres. Pero tú no lo ves -enfadado cogió a mi hermano de la capa y lo acercó a él-. Tienes miedo -gritó-. Te has pasado la vida oculto en las sombras. Asustado de quien eres, de lo que eres.

-No acercaré el anillo a menos de cien leguas de tu ciudad -finalizó amenazante.

Terminada la discusión, Aragorn se acercó al lugar de descanso y me miró, pero apartó rápido la mirada y fue a su sitio. Yo le seguí en silencio.

-¿Qué quieres? -cuestionó seco-. Hoy no puedo contentarte como siempre.

-No necesito las canciones. Puedo descansar sin ellas, con tal de que estés a mi lado... y sepa que estás bien.

Cierto "Orejas Picudas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora