Llegada y primer día en Rivendell.

1K 72 9
                                    

Unos días después, cuando terminábamos la comida, escuchamos cascos de caballos. Nos giramos en la dirección de la que procedían y descubrimos dos caballos. Uno era negro y el otro marrón. Ambos venían ya ensillados y con las cabezadas de montar puestas. Mi hermano y yo nos miramos y asentimos.

-Recoged las cosas y repartid las alforjas entre los caballos -indicó mi hermano-. Son fuertes y rápidos, podrán con el peso. Nos repartiremos dos y tres.

Hicimos lo que dijo. Aunque más bien lo decía para los hobbits, ambos los ayudamos.

Recogimos las cosas, repartimos el peso de las alforjas entre el pony que nos acompañaba y los caballos que acababan de llegar. Pusimos bastante más peso en los caballos que en el pony para que este último pudiera seguir el ritmo de los caballos con mayor facilidad.

Ayudamos a los medianos a subir en los caballos. Dos en el negro y uno en el castaño. Pusimos a uno, de momento, en el caballo moreno para que mi hermano pudiera montarse y yo ayudé a subir al otro detrás suyo. Después volví al marrón donde me esperaba el pequeño cocinero.

-¿Necesita ayuda, mi señora? -preguntó caballeroso.

-No es necesario. Gracias.

Subí en el caballo a la primera, con el vestido hacia atrás, sobre la grupa del animal (el trasero), ante la mirada sorprendida del hobbit. Miré a mi hermano. Sam y yo llevábamos cogido con una cuerda al pony para que siguiera, o intentara seguir, nuestro ritmo.

-Agárrate a las crines -indiqué al mediano. Este me miró sorprendido-. No les provoca dolor. Es para evitar una caída.

Obedeció un poco indeciso y agarró las crines del animal. Volví a mirar a mi hermano, por tercera vez desde que habían venido los caballos, y espoleamos a los caballos para comenzar a galopar. Sam, al principio se sorprendió de la velocidad que llevaba el caballo y casi se cayó de la montura. Por suerte, hizo caso de mi consejo y se sujetó firmemente a las crines. El pony comenzó con un ritmo bastante lento, pero luego aceleró lo suficiente como para seguir el ritmo de los caballos, un poco a trompicones, pero bastante bien.

Después de unas horas cabalgando, cuando el sol empezaba a ocultarse en el horizonte, vislumbramos una ciudad élfica que conocíamos de sobra. Los hobbits tal vez no, pero mi hermano y yo la conocíamos como la palma de nuestras manos. Rivendell.

Cruzamos el puente aún a caballo. Al otro lado del río, ante la puerta de la casa de Elrond, bajamos de los caballos, ayudamos a los hobbits a descender sin recibir daños. Entregamos los caballos y el poni a unos elfos que se acercaban y cogieron las riendas de los tres animales con una inclinación de cabeza. El propio Elrond salió a nuestro encuentro cuando hubimos entregado los caballos a los elfos.

-Bienvenidos a Rivendell -anunció. Nos sonrió a mi hermano y a mí-. ¿Cuáles son vuestros nombres?

-Mi nombre es Samsagaz Gamyi -se presentó el cocinero-. Ellos son Peregrín Tuk y Mediadoc Brandigamo -añadió señalando a sus amigos-. Somos hobbits de La Comarca. Un amigo nuestro, Frodo Bolsón, se encuentra aquí. Una mujer elfa lo trajo esta noche. ¿Sabe dónde se encuentra nuestro amigo?

Elrond nos miró. La voz de Sam sonaba desesperada. Cualquiera lo habría notado. Elrond comenzó a caminar hacia el interior tras hacernos una seña para que lo siguiéramos. Y así lo hicimos.

Caminamos por los pasillos de Rivendell, pasando por delante de salas cerradas o abiertas. Las salas cerradas no dejaban ver o escuchar nada del interior. De las abiertas, sin embargo, se podía ver la cocina, el comedor, algunos aposentos en proceso de preparación con algunos elfos preparando las camas y armarios con la ropa traída en las alforjas...

Cierto "Orejas Picudas"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora