Reencuentro

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Pasó una semana desde la llegada de Aragorn al bosque de Mirthwood, en la cual el rey Thanduil había estado de visita en Erebor y Valle. O al menos, eso había comunicado en palacio...

Durante ese tiempo, el monarca de Gondor entrenó con los guardias silvanos bajo el mando de Tauriel. Mientras tanto, Ayerin iba mejorando físicamente, y ya era capaz de dar -con un poco de ayuda- una vuelta completa a la habitación. También, aunque estando sentada, había conseguido levantar su espada con ambas manos, lo cual fue un logro que celebró con Naila y Legolas.

El rey del bosque no era el único ajeno a la presencia de Aragorn. La dama de Gondor no tenía ni idea de que su hermano se encontraba en el bosque; mucho menos imaginaba que se encontraba entre los mismos muros que ella.

Una tarde, justo antes de que Legolas llegara en su visita diaria, Ayerin paseaba lentamente por la habitación. Tenía las piernas agarroradas por el tiempo que había pasado en la cama sin apenas movimiento y, debido a su nerviosismo habitual, necesitaba moverse.

Al pasar por su ventana, echó un vistazo al distinguir el entrenamiento diario de los guardias reales. Sonrió levemente al comprobar lo buena capitana que era Tauriel. Giró la cabeza para continuar con su pequeño paseo por la estancia, pero algo llamó su atención.

Volvió a mirar hacia el entrenamiento y escrutó cada detalle: estudió a cada elfo en busca de algo inusual, hasta que distinguió un rostro inconfundible para ella. No cabía en sí del asombro y sorpresa mientras sus ojos se abrían al máximo y parpadeaba, perpleja. Se frotó los ojos con el dorso de la mano para comprobar que su visión era correcta, incluso se pellizcó el brazo para verificar que no era un sueño. Por su cabeza pasó la idea de lanzar algo hacia la figura para comprobar si se trataba de alguna clase de alucinación, pero justo en ese momento, la puerta se abrió. Desvío su mirada y atención para observar al elfo que había cautivado su corazón.

-¿Qué haces en la ventana? -inquirió al verla, todavía con la sorpresa en el rostro femenino.

-Dime que no estoy viendo lo que veo -pidió volviendo a mirar por el ventanal.

El rubio, confundido por su actitud, se acercó junto a ella. Pasó con delicadeza su brazo alrededor de la cintura de la fémina, por si sus piernas cedían, y dirigió la mirada hacia el mismo lugar que escrutaba ella. No tardó en distinguir a lo que se refería.

Al certificar la razón de ese comportamiento por parte de Ayerin, el príncipe se tensó, apretando inconscientemente el agarre de la cintura contraria, acto que la mujer percibió enseguida.

-Quiero ir con él.

Aquella petición pilló por sorpresa al elfo. ¿De veras le estaba pidiendo aquello en el estado en que se encontraba?

-Ayerin, apenas puedes andar o mantenerte en pie -intentó razonar con ella. Ésta no dejaba de mirar a pariente, pendiente de sus movimientos.

-Quiero hablar con mi hermano -exigió. Éso no fue ninguna petición-. Voy a ir, con o sin tu ayuda -sentenció.

El primer pensamiento de Legolas fue razonar con ella, pero al recapacitar recordó que sería una pérdida de tiempo y esfuerzo. Cuando se trataba de su hermano, nada podía hacerle cambiar de opinión.

Ayudó a la mujer a calzarse con una zapatillas sencillas y cómodas, y luego comenzaron a andar hacia la puerta. Al salir, se encontraron con Naila, quien insistió en que la castaña se quedara en la habitación, pero Legolas la convenció de que la dejara salir, alegando que llevaba mucho tiempo "encerrada", y que él estaría en todo momento a su lado. Un poco a regañadientes, la elfa aceptó, y continuó su camino.

Anduvieron por los pasillos hacia el patio donde tenía lugar el entrenamiento.

En los tramos donde había escaleras, Legolas debía cargar a Ayerin debido a la falta de fuerza en las piernas de la fémina, y tenían que detenerse de vez en cuando por la misma razón. Sin embargo, la capitana de Gondor estaba eufórica por reencontrarse con su hermano, y no podía esperar el momento en que estuvieran juntos de nuevo.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2022 ⏰

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