Cierto "Orejas Picudas"

El Mago Blanco y los Rohirrim.

Aragorn estaba tumbado en el suelo, sobre una roca, escuchando. Seguíamos el rastro de los Uruk-hai que se habían llevado a Merry y a Pippin.

-Aprietan el paso -informó al poco rato-. Habrán captado nuestro olor. ¡¡Aprisa!!

Terminamos de subir la colina lo más rápido que pudimos. Gimli, como siempre, iba el último. Lo más rápido que podía, pero agotado. Y no era el único. Aunque tampoco era de extrañar.

Llevábamos tres días persiguiendo a esos seres, sin comida, sin apenas descanso y con las únicas huellas que dejaban sobre la roca de las montañas.

Parecía que el enano no disfrutaba de las vistas. Todos sabíamos que prefería atravesar las montañas antes que pasar sobre ellas, pero no había minas conocidas que nos llevaran, exactamente, al lugar donde esas criaturas transportaban a nuestros amigos.

Seguimos subiendo y bajando las montañas hasta llegar a un desfiladero. Aragorn encontró algo en el suelo, lo cogió y lo examinó.

-Las hojas de Lorien no caen sin razón -comentó.

Nos acercamos a él y lo miramos.

-Podrían seguir con vida -comentó Legolas.

-A menos de un día de nosotros -advirtió mi hermano-. Vamos.

-¡¡Vamos, Gimli!! -le increpé al aludido que estaba detrás nuestro-. ¡¡Estamos ganando terreno!!

-¡¡Soy un negado a campo traviesa!! -se quejó-. ¡¡Los enanos somos veloces en el hielo!! ¡¡Muy peligrosos en las distancias cortas!!

Subimos otro trozo de la montaña y descubrimos un bello paisaje.

-Rohan -explicé-. Hogar de los caballeros jinetes.

-Algo muy extraño hay en esto -objetó mi hermano-. Algo malvado espolea a estas criaturas. Y juega en nuestra contra. ¡¡Legolas!! ¡¡¿¿Qué ven tus ojos de elfo??!! -el aludido había avanzado y tenía una mejor vista del terreno.

-¡¡El rastro vira rumbo noreste!! -informó-. ¡¡Llevan a los hobbits a Isengard!!

Seguimos el rastro indicado: Hacia Isengard. La casa de Saruman. Tardamos menos de un día en distinguir en la lejanía el grupo de Uruk-hai que cargaban a nuestros compañeros y amigos, los hobbits.

-Corren como si escaparan de los latigazos de su amo -objetó Legolas.

(...)

-El sol se alza rojo -comenté a la mañana siguiente-. Se ha vertido sangre esta noche.

Al rato nos detuvimos y, a una señal de Aragorn, nos escondimos entre la hierba tras una roca dejando paso a unos jinetes que pasaron a nuestro lado.

Jinetes armados con lanzas, con armadura de hombres y montados en caballos castaños, la mayoría. Cuando terminaron de pasar salimos de nuestro escondite y mi hermano se dirigió a los jinetes.

-¡¡Jinetes de Rohan!! ¡¡¿¿Qué nuevas tenéis de La Marca??!!

Los caballos dieron media vuelta y volvieron a realizar su recorrido hasta dónde nos encontrábamos. Nos rodearon y apuntaron con sus lanzas. Un hombre se acercó de entre la multitud y habló.

-¿Qué asuntos traen a un hombre, un elfo, una mujer y un enano a La Marca? Explicaos.

-Dadme vuestro nombre, caballero -negoció Gimli-, y os daré el mío.

El hombre bajó de su montura y se acercó al enano amenazador.

-Enano, te rebanaría la cabeza, si se alzara un poco más del suelo.