Capítulo 9

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"Siempre hace falta un
golpe de locura para desafiar
un destino..."
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Verónica:

Cuando un cuerpo se apodera de otro el sentido común se va de vacaciones, dejándonos al paso locuras y errores que aún cuando los cometemos no lo vemos, un ejemplo: yo.

En el instante en que su cuerpo chocó con el mío, su boca impactó la mía y sus brazos se posaron en mis caderas perdí el sentido de la razón, sin saber lo que estaba haciendo me dejé llevar por el deseo, por ese que él creó en mi interior en el instante en que sus ojos verdes que derriten a su lado mil vidas se encontraron con los míos.

Su boca hace maravillas con mi cuello al igual que sus dedos, recorriendo cada milímetro de mi cuerpo, marcando cada parte de mí como si no hubiera un mañana, como si fuéramos eso, algo que nunca me he planteado: solo él y yo.

Hecho mi cabeza a un lado para que tenga mejor acceso a mi cuello.

– Tú piel es tan suave – susurra y yo gimo.

Él se separa de mí y yo aprovecho para desabotonar su camisa hasta dejar solamente su pecho al descubierto. Me inclino hacia adelante y acto seguido rozo cada parte de su rostro mientras él cada vez se estremece más.

– Verónica estás jugando con fuego –  susurra con la voz entrecortada mientras voy dejando besos por todo su cuello.

Me separo de él y lo miro a los ojos.

– Yo soy el maldito fuego.

Continúo con mis besos en su cuello. Él me jala del pelo y yo sonrío maliciosamente.

Ahora sí desabotonó su camisa por completo y me quedo unos segundos admirando la bella imagen que tengo frente a mis ojos. No es el hombre más fuerte del mundo, pero tiene un muy buen cuerpo.

Nicolás toma el borde de mis vestido y lo sube hasta dejar mis braguitas al descubierto.

– Sexy – juguetea con el elástico de mis bragas y con la mano que tenía posada en mi cintura recorre todo mi interior.

Gimo de placer y agarro su pelo con fuerza mineras...

– ¡Verónica! – la voz de Mónica a través de la puerta nos interrumpe haciendo que nos comencemos a reír.

«Vamos Verónica ni que tuvieras catorce años y te estuvieras escondiendo porque hiciste algo malo»

La risa se apodera de todo el baño y los sonidos resuenan.

– ¿Nos pillaron? – sonríe pícaro.
– Eso parece – le devuelvo la sonrisa.
– Ronnie ¿estás bien? Escucho risas ahí – vuelve a tocar la puerta – ¿puedes abrirme?
– Escóndete en uno de los baños – le digo.
– Te gusta lo prohibido ¿eh? – susurra midiendo el lóbulo de mi oreja.
– Me encanta.
– Verónica me estás preocupado.
– ¡Que ya voy tía! – le grito.
– Si no abres en menos de un minuto, llamo a lo chicos.

Nicolás y yo nos volvemos a reír y me baja cuidadosamente del lavado. Me acomodo el vestido. Antes de meterse en uno de los baños me besa apasionadamente.

Almas que Queman [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora