Almas que Queman [En proceso]

Capítulo 23

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"Deja de pensarlo tanto joder, solo vive
y sonríe, mereces más que nadie ser feliz..."

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Miro a Nicolás y le hago un gesto para que me espere. Sigo a mi padre hasta su oficina y cierra la puerta detrás de mí.

– ¿Que pasa? – pregunto sentándome en el sofá.
– ¿Que hace ese chico de clase pobre aquí?
– ¿Para eso me llamaste? ¿Para regañarme y darme mis buenas nalgaditas porque salgo con alguien pobre? Por qué si no lo recuerdas yo te refresco la memoria. Tú eres pobre, y siempre lo haz sido. ¿Ves todo esto aquí? – señalo con un dedo todo a mi alrededor – es mío, y tú no tienes poder sobre nada de esto, ya soy mayor de edad lo que quiere decir que legalmente todo lo que era de mi mamá ahora es mío y tú no tienes nada salvo un estúpido negocio de drogas que para empezar te va a terminar llevando a la muerte.
– Verónica...
- ¡No papá, cállate...! – lo interrumpo – y escúchame por una maldita vez en tu vida!
– Vale – levanta las manos en señal de rendición – te escucho.
– Mataste a mi mamá – hace un gesto para hablar pero no lo dejo – o dejaste que lo hicieran, como mejor prefieras llamarlo, de igual manera seguirá siendo tú culpa, esa noche me sentí sola y aquella maldita habitación se sentía grande. No me abrazaste, no me dijiste un lo siento, ni siquiera me miraste, y aún hay veces en las que me preguntas por qué soy tan fría, pues por tu culpa – lo señalo con un dedo – tú te encargaste de que me volviera una chica sin sentimientos, despiadada, mi corazón se rompió por segunda vez esa noche, primero cuando murió mamá por culpa de ese maldito disparo y luego cuando tú no estuviste a mi lado, y a partir de ahí juré que nunca, pero nunca en la vida amaría a alguien, tú estabas, pero todos estos años fue como si nunca estuvieras – pongo un mechón de pelo detrás de mí oreja – aprendí a crecer sin lo más importante de la vida papá, aprendí a crecer sin amor.

Una lágrima cae por su mejilla pero la aparta en seguida.

– Lo único que necesitaba era alguien que me cuidara, que me llevara al cole en las mañanas, no a un maldito chófer, que me dijera lo que estaba bien y lo que estaba mal, que me regañara cada que hiciera algo malo o que me aconsejara cuando cometiera un error ¿sabes cuándo fue mi primera vez? – niega con la cabeza – por supuesto que no, no sabes nada de mi, pues te cuento, fue a los trece, con chico de mi instituto, ni siquiera lo conocía más de dos o tres miradas que cruzamos, me dijo que si no follábamos saldría por ahí y le diría a todo el mundo que era virgen, sé que a lo mejor no tengo justificación, pero era ingenua, no tenía alguien que me dijera que iba por un mal camino – me encojo de hombros – y lo hice, fue la experiencia más horrible del mundo, pasaron seis meses hasta que me acosté con otro y a partir de ahí empezó mi vida sexual. Todo era sexo y nada de amor. ¿Viste a ese chico ahí afuera no? Se llama Nicolás, tiene una familia, una hermosa familia, quiere, ama, siente, algo que yo nunca en mi maldita vida he podido comprobar – veo como sus ojos se vuelven cada vez más cristalinos a medida que continúo hablando – es la mejor persona que he conocido en toda mi vida y ¿sabes? es de la única que he escuchado un te quiero – una lágrima silenciosa cae por mí rostro – no le pude decir nada, no le pude corresponder ¿sabes por qué?

Me quedo unos segundos en silencio y jugueteo con las manos.

– Porque no siento nada – levanto la vista haciendo que sus ojos cafés se encuentren con los míos – ¿merecía esto papi? Dime ¿que error del que no me acuerde cometí en el pasado que me está volviendo una mierda el presente? ¿por qué no pude morir yo en lugar de mamá?
– No digas eso nunca Verónica – se levanta de su escritorio y camina hacia mí.