Capítulo 29

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"¿Que puta es la vida, no?
Quizás y a nosotros si nos quede grande la felicidad..."

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Mark:
Llevo el vaso de whisky a mis labios y siento como el alcohol me quema en cuanto pasa por mi garganta. Sonrío mientras observo en el portátil las fotos de Verónica y Amanda juntas. La nostalgia hace que mi pecho se encoja.

Suspiro y tomo una calada de mi cigarrillo.

El humo inunda mis fosas nasales y comienzo a toser. Unos fuertes golpes en la puerta principal hace que mi corazón se comience a acelerar pensado en todo lo malo.

Porque por supuesto no me digan que cuando tocan las puertas de sus casas con esa desesperación no os imagináis lo peor.

Me pongo de pie de un salto sin esperar si quiera a que Martha abra la puerta y me encuentro a unos chicos que me parecen conocidos totalmente exhaustos.

Si mi memoria aún no falla ellos estaban con mis hijos en la casa del lago.

El corazón comienza a palpitarme con fuerza porque se perfectamente que viene una mala noticia.

– ¿Que pasó? ¿Donde están Verónica y Lucas?
– Señor, soy Ashley la novia...
– Si ya se quien eres pero eso no me interesa ¿donde están mis hijos y por qué llegasteis vosotros a mi casa así cuando se suponía que tendríais que estar en la casa del lago?

Lo siento es que en esos momentos comenzar a presentarse me pone peor aún.

– Pasó... pasó algo terrible.

Y ahí vienen las malas noticias.

– Habla de una maldita vez.
– Estábamos todos en la casa del lago y de pronto alguien nos... nos bajó al sótano con otras – nueve la cabeza de un lado al otro y cierra los ojos – otras personas que venían con él y luego nos encerraron ahí hasta que pudimos escaparnos pero cuando subimos ellos no estaban, ya no estaban ahí, señor Mark – suspira y sus ojos suplicantes se clavan en mí como estacas – a los chicos... a los chicos los secuestraron.

Y como una bomba que necesitaba explotar ¡pum....! mi vida se fue al carajo.

Dándole un fuerte empujón a los chicos salgo de la casa sin siquiera pensármelo.

Le hago una señal a Sergio para que saque el auto del garaje y en una milésima de segundo estoy dentro del auto llamando a uno de mis amigos policías.

– Mark ¿cómo vas? – dice en el momento en que atiende la llamada.
– Necesito que pongas a todas las unidades a buscar a Verónica y a Lucas ya.
– ¿Cómo? ¿Que pasó?
– Los secuestraron Michael, necesito encontrar a mis hijos – digo en un hilo de voz – no los puedo perder, a ellos también no.
– No te preocupes amigo, haré todo lo posible para que tus hijos estén esta noche en casa, tú hiciste mucho por mí, creo que ya llegó mi hora.

Cuelgo el teléfono y mi cabeza como una tortura comienza a viajar a mis niños, en todo lo que los amo y en como nunca se los he dicho.

Momentos en los que se nos olvida que la vida es prestada y que sólo estamos aquí para un rato. Decir un te amo tan necesario como tan corto y difícil que decir.

La primera vez que los tuve en mis brazos, fue ahí donde supe que mi vida estaría completamente dedicada a ellos, cada pequeña sonrisa que me dieron, sus primeras palabras, los primeros pasos, el primer corazón roto ¿para que traemos los hijos al mundo sino es para verlos crecer?

Almas que Queman [En proceso]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora