Charla nocturna

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—¿Me alcanzarías ese abrigo, por favor? —pidió el doctor indicándole con la mano —No, el largo a tu izquierda, ese... Sí, gracias —lo recibió y su cubrió con él.

Habían elegido la sala de estar más oscura que pudieron hallar, ya que la casa en general estaba demasiado iluminada en cada habitación. Ahí habían escogido cada uno un sillón y se habían acomodado para pasar la noche, mientras hacían uso de sus abrigos como si fueran frazadas.
La noche ya estaba avanzada cuando Lecter le pidió otro abrigo a Will, no porque tuviera frío, sino porque la poca luz que iluminaba la sala le permitía ver que Graham aún no conciliaba el sueño, y no había encontrado una forma más valiente de buscarle conversación.

—Alguien no está acostumbrado al frío... —bromeó el castaño, haciendo alusión a la buena vida del doctor.

Luego de una larga pausa, Hannibal se atrevió a continuar esa específica conversación —Perdí la costumbre, pero sí la tuve...

Will, inmediatamente interesado, se apresuró en preguntar —¿Sí? —dijo con su cabeza hacia atrás y mirada en el techo, esperando atento a que el doctor alimentara su curiosidad.

Luego de una profunda inhalación, Hannibal comenzó su relato. Will escuchó atento las atrocidades que el doctor había tenido que atravesar, tanto con esos saqueadores -a los cuales Hannibal llamaba cerdos con un sumo desprecio- como en su castillo, al cual los soviéticos le habían devuelto y que luego se convirtió en un orfanato.

—Nunca lo dijiste... —susurró Will mientras se enderezaba para poder ver el rostro del doctor.

—Nunca preguntaste —respondió Hannibal con cortesía, pero algo de rudeza.

Will volvió a echarse hacia atrás y acarició los mangos del sofá mientras reflexionaba en lo mucho que Lecter solía escucharlo y entenderlo, pero cuando era el turno de apoyarlo a él, nunca lo hacía. Sintió culpa y remordimiento, y pronto Hannibal, como leyendo sus pensamientos, le interrumpió.

—No hay por qué sentirse culpable... Habértelo confesado te hubiera dado control sobre mí

—¿Y no lo tengo?

El silencio inundó la habitación y dos sonrisas emergieron entre las sombras de la noche. Hannibal cerró los ojos mientras sus labios dibujaban la más pura de las sonrisas en su rostro. Era cierto, Will tenía control sobre él, sobre su voluntad, pensamiento... Y sentimiento.
No volvieron a hablar durante un rato, cada uno esperando que el otro lograra conciliar el sueño, pero ninguno era capaz.

—¿Qué será de Alana y Jack? —preguntó Will al fin, con la seguridad de que el hombre a unos metros de él seguía despierto.

—¿Qué hacen en estos momentos quieres decir?

—Probablemente estén pensando que vamos por ellos... ¿Está dentro de tus intenciones? —Graham se lo preguntaba desde que habían sobrevivido al acantilado, pero no había tenido el valor de preguntar, mayormente porque temía la respuesta.

—Nada puede interesarme menos que introducirlos a ellos en nuestro nuevo mundo... —se volteó buscándolo entre la oscuridad —Will... Pretender vivir del pasado es la utopía más estéril y peligrosa, no regresaremos allí

Graham soltó el respiro que había contenido mientras Lecter respondía, tranquilo de que toda esa tragedia ya no fuera más que historia.
Una vez más se mantuvieron en silencio, sin embargo, esta vez los párpados del doctor empezaban a pesar cuando Will volvió a hablar.

—Puedo... Puedo confesarle algo... —el silencio del doctor fue una respuesta afirmativa —Yo... Tengo miedo a quedarme solo

—Nunca estarás solo, Will —respondió Lecter sin abrir los ojos, con toda su atención puesta hasta en las pausas del castaño.

𝗠𝘂𝗿𝗱𝗲𝗿 𝗛𝘂𝘀𝗯𝗮𝗻𝗱'𝘀 |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora