Te necesito

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    —Bueno, no tengo nada preparado, pero podríamos servirnos algo ligero, ¿te parece bien?
    —¿Eh? —Will estaba perdido en sus pensamientos.
    —No creo que tu hambre haya desaparecido en apenas cinco minutos...
    —No, no, por supuesto que no... Eh, tienes, tienes... —Will no sabía bien qué hacer, pero sin poder evitarlo sus manos estaban ahora abotonando uno de los botones en la nueva camisa de Hannibal. Éste último se estremeció un poco con el contacto.
    —Bien, vamos.

Caminaron hasta la cocina, donde Hannibal abrió el congelador sacando de allí unas cuántas verduras y huevo. Will lo observó con cuidado, intentaba contener esas palabras que tanto quería escupir, porque quería saber.

    —Creo que con esto estará bien... ¿O remojo en ron?
    —No, estará bien bien así...

Una vez que dejó los ingredientes en la mesa se dispuso a lavar sus manos. Comenzó a cocinar.

    —Hannibal
    —Sí, Will
    —Qué hace ella aquí
    —Está aquí por mí
    —Eso lo sé
    —Pues entonces no sé cuál es tu duda
    —Quiero que se vaya

Hannibal ignoró sus palabras y continuó cocinando. Will comenzó a exasperarse.

    —Pudiste tirártela en Viena.

Bastó eso para sacar de quicio al cheff, quien tomó el cuchillo en un acto de instinto. Al darse cuenta de lo que hacía lo soltó de inmediato. Hubo un silencio de aproximadamente dos minutos secos, Hannibal cocinaba y brillaba la ausencia de Will, quien seguía ahí sin embargo.
De pronto un fuerte golpe causó que Lecter se cortara en el dedo y la sangre arruinó el plato. Era Will que había arrebatado su ira con el puño contra la pared, y ahora se daba pequeños cabezazos en ella.

    —Will...
    —Quiero irme de aquí—se escuchó en un susurro.
    —Will...
    —¡Quiero irme de aquí maldita sea!

Will se limpió la sangre con el mantel y se acercó rápidamente al castaño, quien le daba la espalda.

    —Nos iremos, lo prometo, pero no aún...
    —No sólo quiero irme de aquí, Hannibal... Quiero alejarme de ti, quiero alejarme de todo este mundo enfermizo...
    —Pero sabes que no puedes, Will... Ya lo intentaste una vez y fracasaste.
    —Por tu culpa —se volteó a verle —Porque sabías que si yo conocía tu paradero no podría resistirme a ir por ti.
    —Y lo hiciste, fuiste por mí.
    —Porque te necesitaba...
    —¿Y ya no me necesitas, Will?

Will no pudo responder. Notó que Hannibal tenía unas pequeñas gotitas de sangre en su mano, entonces sólo pudo atinar a tomársela.

    —... Qué te ocurrió aquí... —susurró con voz dulce y entrecortada. Instantes atrás sólo quería desaparecer, ahora Hannibal estaba herido y debía quedarse.
    —Es algo mínimo... Me has herido peor.

El castaño limpió el pequeño rastro de sangre con sus dedos y subió la mirada hacia donde unos brillantes ojos le observaban.

    —¿Yo hice esto?
    —Tu golpe me sorprendió y... Bueno, mis cuchillos están particularmente afilados.
    —Lo siento
    —Como ya dije, me has herido peor otras veces, Will —sonrió.

Sólo ellos podían bromear con el hecho de haberse querido matar mutuamente.
Hannibal llevó la mano herida a la mejilla de Will y la acarició, dejando diminutas marcas de su sangre. Will bajó la vista ante ese contacto, y pudo sentir sus mejillas sonrojarse un poco, lo que lo avergonzó.

    —Quiero que se vaya, Hannibal...
    —Y se irá
    —¿Cuándo?
    —Pronto.
    —¿Qué tan pronto?
    —Cuando no la necesitemos...
    —Yo no la necesito
    —Pero yo sí.

Will alzó la mirada, con los ojos más tristes que pudo poner, pero Hannibal conocía sus maniobras. Así como cuando le había coqueteado para que le ayudase a capturar al dragón rojo. ¿Qué era todo ese cuento de pedir por favor? Era tan obvio, pero aún así no había podido resistirse. Finalmente el supuesto gran plan de Will Graham sólo formó parte del magnífico plan de Hannibal Lecter.
Ahora lo que Hannibal quería era que fuese el mismísimo Will quien se librara de Bedelia para así poder degustar de ella ambos juntos.
Hannibal sabía que no podría matarla, sí quizá cortar y saborear partes de ella, pero matarla no podría, y qué mejor que Will hiciera los honores.

    —No respondiste mi pregunta... ¿Ya no me necesitas?
    —Sí te necesito, y lo sabes.
    —Quizá sólo quiero que tú te convenzas de tus propias palabras —siguió acariciando su mejilla, retrocediendo por su oreja y llegando hasta sus ondulados cabellos —Me necesitas, dilo.
    —Hannibal...
    —Will... Necesito que lo digas
    —Yo... Creo que... Te necesito.

Hannibal le agarró del pelo con fuerza, pero a la vez con cuidado, tirándolo hasta disminuir en al menos unos centímetros la distancia que los separaba.

    —Te necesito, Hannibal.

Una corriente hizo que ambos miembros masculinos despertaran de inmediato, habían bastado unas palabras para que ambos se sintieran completa y totalmente satisfechos. Ninguno lo hizo notar, por supuesto, sólo siguieron mirándose, ambos totalmente sorprendidos por lo que acababa de pasar, incómodos también, no era usual nada de aspecto sexual entre ellos. Esto era nuevo, para ambos.
Will se estremeció cuando ahora sí podía sentir el contacto de la piel de las manos del doctor Lecter en su nuca, antes había parecido no notarlo. Graham estaba sumamente perdido en las pupilas del mayor, quien por primera vez en muchos años tenía su mente despejada. Hannibal olvidó a Mischa, olvidó a Abigail, olvidó al dragón y el acantilado, era él ahora quien tenía perdida la noción del espacio. Sólo podía sentir la piel de Will bajo su poder y sus largas pestañas casi incrustadas en su mirada.
Ninguno tenía una erección, no, pero de la nada su apetito sexual había aparecido, y ambos querían soltar el agarre para poder satisfacer ese apetito de alguna forma. Por supuesto que ninguno imaginó que esa reacción había sido causada al uno por el otro, entonces rompieron el contacto.

    —Debo salir, quédate con Bedelia, llegaré antes de la cena —dijo Lecter con vos ronca antes de abandonar el lugar rápidamente.

𝗠𝘂𝗿𝗱𝗲𝗿 𝗛𝘂𝘀𝗯𝗮𝗻𝗱'𝘀 |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora