Un paseo a caballo

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Eran casi las cuatro de la madrugada. Will se cambiaba de un lado al otro de la cama, de vez en cuando volteaba la almohada buscando el borde más frío y unas dos veces se puso de pie para sólo caminar por la habitación.
No estaba furioso, pero tampoco estaba tranquilo. No era molestia, era enojo. Aunque últimamente podía identificar sus sentimientos con más claridad, seguía siendo un problema de matices. Sabía que estaba enojado, por ejemplo, ¿pero cuánto?

—Dios... Basta

Todo le parecía tan confuso y sin sentido. Hace unas horas las cosas parecían ir tan bien para ambos, pero cuando todo estaba a punto de llegar a su máximo esplendor, Hannibal le había detenido. Por supuesto había tenido que tragarse la humillación de quedar expuesto tan íntimamente frente al doctor, pero ahora que lo pensaba con la cabeza fría no sentía una pizca de vergüenza. Tampoco culpaba a Lecter, porque ahora, de alguna forma, hasta parecía encontrarle la razón. No estaban listos para un cambio tan drástico.

Apenas hace unos días empezaba a definir lo que sentía por su compañero, y sin poder controlar sus instintos minutos atrás ya estaba abalanzándose sobre él. No tenía sentido, ni para alguien como ellos.

"Instinto...", pensó. Quizá de eso se trataba todo y Hannibal tenía razón una vez más, cómo era habitual.

¿Amaba realmente al cómplice que dormía en  la recámara frente a él? Y si le amaba, ¿qué dejaría por amor? ¿Estaba realmente dispuesto a renunciar a cualquier otro estilo de vida por compartir la suya? Eran demasiadas preguntas como para poder dormir.

Cuarenta minutos más tarde volvió a levantarse, esta vez al baño. Al entrar no pudo evitar recordar lo que había pasado allí durante el día, lo que había hecho allí en esa misma tina. El hacerlo sólo le trajo más confusión, pues el recuerdo ya no era tan apasionante como parecía serlo. Tal vez el rechazo había apagado su líbido repentino y todo no se trataba más que de una epifanía sexual. Tal como Hannibal advirtió tantas veces. Pero de ser así... "Estoy jugando con él", pensó.
Apoyó sus palmas sobre el lavamanos y agachó la cabeza. El enojo se había convertido en culpa y confusión. Si antes era agobiante no saber quién eras ahora lo era no saber qué sentías.
Sintió la necesidad de hablarlo con alguien y no era lo suficiente romántico como para escribir un diario o expresarse por escrito, en otra realidad Bedelia hubiese sido la persona perfecta, pero no era una opción. Al pensar en ella se alegró un poco, pero no esa alegría de un buen recuerdo, sino un regocijo interno y enfermo acerca de cuál había sido su fin. Estaba orgulloso por lo que había hecho y esperaba ansiosamente poder repetirlo. No con alguien cualquiera, no con el cerdo que estaba en el taller. Tenía que ser alguien significativo, alguien lo suficientemente importante como para hacerle disfrutar cada corte y mordisco.

La idea que cruzó a su mente, la persona que vino a sus pensamientos para tales propósitos, le revolvió el estómago. Hannibal Lecter. Él era el indicado.
Turbado echó a correr el agua y se enjuagó la cara con frenesí, como si el agua fuera a limpiar sus enfermas intenciones.

Miró su reflejo en el espejo.

Tal vez era lo que tenía que hacer.

Cortó la llave que había dejado dada y secó su rostro con la toalla de manos que estaba a su izquierda. Con la mente un poco más despejada volvió a la cama y decidió que hablaría con Brianna al día siguiente.

Salió temprano por la mañana y anduvo kilómetros a pie hasta llegar a la mansión de los Bracco. No tenía siquiera un poco de cansancio, el aire en Cuba era tan limpio y saludable que hasta se sentía rejuvenecido después de tanto caminar.
Una vez allí lanzó una pequeña piedra a la ventana que supuso era de Brianna, pues conociendo lo estirado de sus padres supuso que ellos dormían en el primer piso y acertó. Minutos más tarde Brianna salía por la puerta trasera con mucha cautela.

𝗠𝘂𝗿𝗱𝗲𝗿 𝗛𝘂𝘀𝗯𝗮𝗻𝗱'𝘀 |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora