Ache

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—Will...

Se acercó al castaño lentamente, el cual estaba sentado dándole la espalda. Eran las siete de la mañana y fuera había una niebla espesa que ameritaba la chimenea encendida en la pequeña habitación. Will estaba sentado en el sofá y había instalado una silla frente a él, invitando a Lecter. Hannibal entendió y tomó asiento con cautela.

—Dónde está Bedelia, Will...

Graham ofreció una mirada severa, la que inmediatamente silenció al doctor. Echó su espalda hacia atrás, cruzó una pierna sobre la otra, juntó sus manos cruzando los dedos e indicó al castaño que ya tenía su completa atención otra vez.

—Indemne

El gesto en el rostro del canoso mostró confusión.

—Indemne —repitió Will —Ilesa, incólume... Sin ninguna maldita cicatriz
—Will...
—No, escúchame

Hannibal no pudo evitar levemente sonreír al notar que lo estaba tuteando otra vez y decidió no volver a interrumpirle.

—Me rompiste, me encarcelaste, me heriste, degollaste a quien declaraste como nuestra hija... Me marcaste de por vida... Y sin embargo, luego de asesinar a Abigail y dejarme desangrando en el suelo... Escapaste con ella... —el recuerdo de Abigail le obligó a dedicarle unos segundos de silencio, además temía que su voz se quebrara si continuaba hablando, sin embargo, necesitaba hacerlo —Y... Y la hiciste tu esposa... E hiciste un nuevo mundo para ustedes dos... Luego de habernos prometido uno juntos... —sus ojos comenzaron a arder —Cuando te encontré ella seguía viva, ¿por qué seguía viva Hannibal? ¿Por qué mientras yo usaba mi imaginación para ver a Abigail tú te sentabas a la mesa con Bedelia? Dijiste... Dijiste que te hubiese gustado enseñarme Florencia, después de vivir ahí con ella... Dijiste que compartíamos habitaciones en tu palacio de la memoria, pero ella siempre estuvo en la habitación de al lado... Y yo... Y yo... —intentó controlar las lágrimas y recuperar un poco de aliento, las palabras habían parecido vomitar de su boca sin permitirle siquiera respirar.

Una lágrima cayó también de los ojos de Hannibal. No podía soportar ver dolor en Will.

—Y nunca —su voz se quebró —Nunca podrás devolverme a Abigail...
—No hagas esto, Will
—¡Hacer qué!
—Yo no te quité a Abigail, fuiste tú quien no pudo salvarla... Jack fue más importante para ti que ella —se puso de pie y se arrodilló frente a Will, tomó su mano izquierda y la acarició con dulzura —No quisiste venir con nosotros, Will...
—Sí quería —le tomó la mano con fuerza —Sí quería
—Pero no lo hiciste...
—Por favor no me hagas cargar con la culpa...
—No lo haré —tomó su mano derecha y la acarició —La vengaremos cuando sea el momento, y él
—Jack —interrumpió.
—Así es, ya vendrá su tiempo, pero ahora debemos irnos y
—Por qué no ahora, por qué no lo esperamos aquí

Hannibal sonrió y soltó su mano únicamente para acariciarle en la mejilla. Podía ver la sed de sangre y el hambre de carne en el rostro de Will.
Era a sus ojos la criatura más bella alguna vez creada, y sus cicatrices que tanto odiaba, a él le producían la adoración máxima que cualquier ser humano podría ser capaz sentir.

—Hay mucha más belleza en lo que tengo preparado para nosotros, Will...

Al oír la palabra belleza el ojiazul quedó anonadado con el rostro delante de él. Nunca se había detenido a observar el rostro del caníbal, este era estructurado, fino, rudo a la vez. Era hermoso.
Su cabeza dio un leve giro a la izquierda cuando la mano del doctor intentó escaparse de él, persiguiéndola. Observó la reacción en Lecter, viendo como su manzana de Adán subía y descendía, seguido de un suspiro.
Se preguntó por qué nunca había visto a Hannibal de esa forma, pero pronto cayó en cuenta de que nunca había sido necesario, ni lo era ahora. Sólo gozar su compañía y tacto, como en este momento, era suficiente. But do you... ache for him? Quizá más de lo que podía soportar.

—Ya la tiene —dijo en un suspiro.

Hannibal no podía sentirse más agradecido de estar complaciendo a su amado, pero al mismo tiempo podía ver la locura en los ojos marrones del hombre frente a él. Will estaba quebrándose cada día más y sentía que no podía hacer nada para impedirlo. Y nadie más que él era el culpable. La suave caricia en el rostro no había sido sólo en ruego por un poco de tacto, sino que la piel del castaño lucía atemorizantemente amarilla y ardiente al tocarla. Temía que si seguía así, lo perdería.

—Dónde está Bedelia, Will... Debes decirme donde está...

Will sonrió y se puso de pie, observó su reloj de muñeca y salió de la habitación esperando que el doctor le siguiese. Así fue hasta que llegaron a la puerta de la cocina. Entonces Lecter entró.

𝗠𝘂𝗿𝗱𝗲𝗿 𝗛𝘂𝘀𝗯𝗮𝗻𝗱'𝘀 |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora