Día 1

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Smash

Ser un perro no es nada fácil. Pero si tu dueño es el mejor dueño del mundo, la cosa mejora bastante.

Katsuki Bakugo me adoptó hace algunos años. Desde entonces, siempre hemos estado juntos, solo él y yo. Somos inseparables, uña y carne. Hasta que llegaron ellos.

Un día la vecina se presentó con sus mascotas y decidió dejarlas con nosotros. Ese día, entendí lo que era el verdadero sufrimiento.

Un koala, un gallo y una rana robaron toda la atención de Katsuki, quien se encargó de ellos, un poco a desgana, sin hacerme caso a mi.

La traición amigos, la traición.

Como perro rabioso que puedo llegar a ser, no iba a estar callado. Primero jugué a la defensiva: empecé a ladrar en busca de algo de caso. Y cuando eso no funcionó, pasé al ataque. Mordiscos. Muchos mordiscos. En especial dirigidos al koala, el más molesto de los tres.

Pero el plan fracasó cuando Bakugo, harto por mi comportamiento de ese día, empezó a gritarme. Así que con todo el orgullo de mi perruno cuerpo, me fui a dormir solo, por primera vez desde que vivía en esa casa.

Pero cuando estaba a punto de dormirme, unas cálidas manos me cogieron y me arroparon. Bakugo había venido a por mi y me dejaba en mi espacio de su cama. Luego me rascó detrás de las orejas, me abrazó y se quedó dormido.

A pesar de todo, Katsuki Bakugo era mi dueño. Y era el mejor dueño del mundo. 

#kiribakumonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora