Día 6

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Luna

Cuando el sol se esconde y la luna empieza a brillar en el cielo, los efectos de la magia, lentamente, disminuyen hasta llegar a mostrar la cara más humana de las criaturas.

Como cada noche, Kirishima espera desnudo absorbiendo todos y cada uno de los poderes de la luna. Las orejas puntiagudas, las extremidades más largas de lo normal, el color rojizo de su piel, las grandes alas, los afilados colmillos. La luna se ha encargado de esconder todo eso, dejando en su lugar a un joven de 16 años. Un joven completamente humano.

Katsuki Bakugo llegó a la arboleda donde quedaban cada noche. Vio a su amigo en el lugar donde lo había conocido por primera vez: en las profundidades de la arboleda había un círculo despejado de árboles, por el que, si mirabas al cielo, lo único que se veía era la enorme luna y algunas estrellas a su alrededor.

El rubio se sentó junto al pelirrojo y observó cómo caían pequeñas lágrimas por sus mejillas.

—Robaré la luna por ti. —dijo Kirishima firmemente, mientras las lágrimas resbalaban por su barbilla hasta llegar al suelo. Bakugo lo miró con el ceño fruncido. —Lo haré. Volaré hasta ella y me la quedaré. No importa si se resiste o si alguien intenta defenderla. Ganaré la batalla y la obligaré a salir por encima del sol. Haré que el día se convierta en noche y que la noche siga siendo nuestra. Pero ahora sería una noche larga, ilimitada, para siempre. Una vida entera bañada por rayos lunares. Una vida entera para estar juntos, sin barreras, sin condiciones, sin pensar en que en horas saldrá el sol y que volveremos a estar separados. Una vida para ti y para mi. Solos los dos y la luna.

"Imposible" pensó Bakugo. Eso solo era un sueño. Uno que tenía Bakugo todas las mañanas, cuando Kirishima empezaba a convertirse en un ser monstruoso y tenía que salir huyendo de él. Robar la luna era difícil, demasiado, y el rubio lo sabía perfectamente. No podrían llegar hasta ella, y si lo conseguían, saldrían muy heridos. Incluso podrían morir.

Pero la firmeza con la que había hablado Kirishima y sus ganas por pasar el resto de sus días en una vida oscura junto a la persona que amaba ganaron al sentido común y una gran determinación nació en él.

—Entonces la robaremos juntos, idiota.

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