Día 11

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Picnic

Corrían entre las calles como lo harían dos prófugos que buscan libertad. 

Tomados de la mano, Kirishima guiaba a Bakugo entre callejuelas y casas. Por fin el pelirrojo se detuvo ante el hogar que había estado buscando con tanto ímpetu. Forzó la cerradura y condujo al rubio hasta el tejado. 

En él se encontraba extendido un enorme mantel sobre el cual descansaba una cesta de madera. En ella había distintos tipos de frutas: manzanas, uvas, plátanos, incluso una sandía. La cesta también contenía pequeños bocadillos de queso. Al lado había una gran jarra de vino junto a dos copas. Todo eso había sido robado, quién sabe de donde. 

—¿Qué demonios es esto? —preguntó el rubio. 

—Te he preparado un picnic. —Sonrió el pelirrojo. 

—La última cena…—murmuró Bakugo más para sí mismo que para su pareja. 

Ambos chicos empezaron a comer bajo el cielo estrellado. Mientras eran bañados por la luz de luna, comieron, rieron, besaron. Todo por última vez. 

Desde el tejado se oía el estrépito de la calle. Caballos relinchando, alarmas sonando. El sonido de los guardias inundaba el ambiente. Pero entre besos, todo aquello dejó de importar. Ya no importaría nunca más. 

Cuando la luna empezó a esconderse y los primeros atisbos del sol aparecieron por el horizonte, ambos sabían que había llegado el momento de finalizar con el picnic. 

Kirishima sirvió el vino que habían estado reservando y sacó el pequeño frasco que tenía escondido en su viejo pantalón. Se lo quedó mirando mientras pequeñas gotas se acumulaban en sus ojos. No se veía capaz de hacerlo. 

Ante la negativa del pelirrojo de seguir con el plan, Bakugo le quitó el frasco de la mano, lo abrió, y vertió en cada copa tres gotas del líquido. Tres gotas eran suficientes para causar una muerte indolora. 

La pareja enamorada acercó sus cabezas hasta que sus frentes quedaron unidas. Cruzaron los brazos hasta que quedaron en una posición perfecta para beber de la copa del otro. 

Bakugo bebería el veneno de Kirishima. 

Kirishima bebería el veneno de Bakugo. 

Volvieron a escuchar escándalo en las calles, esta vez más fuerte. No tardarían en encontrarlos. Bakugo y Kirishima llevaban meses huyendo. Estaban hartos de huir. 

La ciudad entera les había dado caza. Los que una vez fueron sus amigos y familia los habían traicionado. Si los encontraban, los matarían. 

Los matarían por homosexuales. 

Pero se suicidarían por amor.

Se bebieron la copa a la vez. Se besaron como nunca antes, disfrutando del sabor del último beso. Se tocaron, intentando llevarse con ellos la textura de su pareja. Se abrazaron, para que a sus almas les resultara más fácil reencontrarse. 

—Sin tan sólo tuviéramos cinco minutos más… —Kirishima notaba los efectos del veneno en su cuerpo. Les quedaba muy poco para morir. 

—Tendremos toda otra maldita vida para estar juntos después de esto. —Bakugo se apretó más contra Kirishima, acentuando el abrazo. 

—¿Prometes buscarme?

—Te lo prometo. 

Minutos más tarde, el corazón de ambos latió por última vez, con la promesa de volver a encontrarse. 

Quizás en otra vida. 

Otra vida en la puedan expresar su amor sin miedo. 

#kiribakumonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora