Fresa
—Venga, ya casi estamos. Un poquito más a la izquierda. ¡Bakugo, no vayas tan deprisa! Eso es, muy bien. ¡Llegamos!
Hacía 15 minutos que Kirishima había entrado a mi habitación con una venda en las manos. Con una sonrisa de oreja a oreja extendió el trozo de tela hacia mi. Entendí perfectamente que intenciones tenía. Y no, no iba a ponerme esa maldita venda para hacer a saber qué estúpida cosa que al pelos de mierda se le hubiese ocurrido.
Pero a Kirishima nunca le vale un no por respuesta. Insistió. El muy cabrón podía ser muy exasperante si se lo proponía. Y, para ser sincero, se veía tan entusiasmado intentando convencerme que, tras hacerme de rogar un poco (bastante), acepte ponermela. Realmente no podría negarle nada a esa maldita cara que tanto me gustaba.
Caminamos por el pasillo que daba a nuestras habitaciones. Yo con la venda puesta y él agarrándome por la espalda, guiando mis movimientos, o más bien, asegurándose de que no me escapara.
Entramos a una habitación y esperé cinco minutos más con el trapo contra mis ojos, cuando de golpe noté unos dedos recorriendo mi pelo, para acto seguido deshacer el nudo que sujetaba la venda. Esta cayó a mis pies mientras yo miraba sorprendido todo lo que tenía alrededor.
—Pero...¿qué cojones? —murmuré intentando entender qué estaba sucediendo.
Sin duda era la habitación de Kirishima, pero estaba completamente cambiada. Los muebles de color rojo ya no se encontraban en ningún sitio y habían sido sustituidos por grandes globos de color rosa. En la pared, antes llena de posters de motos y películas de acción, ahora estaba cubierta de imágenes de fresas: algunas más grandes, otras más pequeñas, con nata, en cestas, sobre distintos tipos de postres...
En el centro de la habitación había un enorme mantel con un estampado de fresas de colores. Sobre él descansaba una tarta. Una tarta de fresas, claro. Al lado había un gran frasco lleno de caramelos, golosinas y chicles. Todo de fresa también.
Fruncí el ceño. ¿En que estaba pensado Kirishima? ¿También había sustituido su cerebro por una pequeña fresa o qué? Entonces lo miré. En el tiempo que había pasado con la venda en los ojos se había cambiado de ropa. Ahora vestía un pantalón y una camiseta de color rosa con fresas estampadas.
Todo era tan ridículo que incluso solté una risita. Entonces fui ahí cuando noté que sobre mi cabeza había algo pesado.
Mientras miraba absorto el espectáculo en el que se había transformado la habitación, Kirishima aprovechó para ponerme una diadema sobre la cual colgaban dos grandes fresas.
Ahora yo también estaba ridículo.
Pero Kirishima sonreía incluso más que antes. Se veía realmente contento.
—¡Feliz día de las fresas! —gritó mientras me abrazaba por la espalda y apoyaba su cabeza en mi hombro izquierdo, dejando un pequeño beso en mi mejilla.
Enrojecí. Y no por la extraña situación fresal en la que me encontraba. Sino porque entendí que es lo que era el día de las fresas. Y bueno, también por el beso.
En uno de mis shōjo favoritos (mi género de mangas favorito, por cierto), los protagonistas celebraban el día de las fresas. Y el protagonista sorprendía a su enamorada de la misma forma que Kirishima me había sorprendido a mi.
Kirishima, el muy idiota, había leído mi manga favorito y se había tomado la molestia de recrear una las escenas más bonitas, todo por mi.
Me aparté de él y le golpeé con mi puño en la cabeza. Kirishima emitió un quejido como respuesta.
—Pero serás idiota. —dije. Luego le cogí de la fea camiseta rosa que llevaba puesta y de un empujón lo acerque a mi hasta fundirnos en un beso suave. —Feliz día de las fresas. —Murmuré contra sus labios.
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#kiribakumonth
Fanfiction31 oneshots, cada una con una temática distinta, por el Kiribaku Month. *Los personajes no me perecen, créditos a su respectivo autor. * Relación BL kiribaku. *Algunas cosas pueden no coincidir con la historia original.