Día 15

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Aliens

Kirishima abrió los ojos hace cinco semanas atado a un gran tubo de metal. Alrededor de su boca, muñecas y tobillos había una especie de tela extremadamente dura que lo mantenía sujeto al frío metal.

Se encontraba ahí de pie, desnudo, sin poder moverse o hablar, en un ambiente totalmente desconocido y extraño, e incapaz de recordar cómo había llegado hasta ahí.

La tela que lo sujetaba no le permitía mover la cabeza para observar lo que tenía a su alrededor. Pero por el rabillo del ojo dedujo que a su lado habían más tubos como el suyo, y por el ruido, supuso que en ellos habrían más personas como él.

Todo lo que podía ver tenía un raro color plateado. Había máquinas y camillas, cables y frascos con líquidos de colores fluorescentes. Las cosas eran parecidas a las del mundo humano, pero a la vez, eran muy diferentes a todo lo que había visto anteriormente.

De pronto, una enorme puerta plateada se abrió. Los murmullos que salían del resto de tubos se intensificaron.

Ocho figuras aparecieron por la puerta.

Ocho figuras completamente asombrosas.

Se trataba de seres con un cuerpo similar al humano.

Pero con una piel llamativa. Cada ser la tenia de un color distinto, desde tonos aguamarina hasta llegar al salmón. Además, de su piel salía un intenso humo, que dejaba un rastro tras de ellos. Sus ojos eran extremadamente rasgados y su iris de un fuerte color intenso. Sobre la cabeza se asomaban cuernos, de diferente tamaño según el ser. Iban desnudos, con ellos sólo llevaban una carpeta.

Cada uno de los ocho se pararon frente a cada uno de los ocho tubos. Kirishima se encontraba en el sexto lugar.

Frente a él, se situó uno de esos extraños seres. Era algo pequeño comparado con los otros. Su tono de piel era amarillo ceniza, casi del mismo color que su pelo. Sobre su gran cabellera sobresalían unos pequeños cuernos naranjas, con la punta en curva. Sus ojos eran de un rojo intenso, aterradores, que generaron una enorme sensación de nerviosismo en el pelirrojo.

El chico amarillo miró su carpeta, la repasó y frunció el ceño. Acto seguido levantó la mirada hacía Kirishima y asintió.

Entonces, empezaron a hablar en un idioma inentendible. Sonaba como una especie de quejido. Kirishima no logró entender ni una sola palabra.

Luego de golpe, uno de esos seres salió de la sala cogiendo a uno de los chicos. Desaparecieron de la sala. Así, individualmente y por orden, todos fueron saliendo.

Eso pasó hace cinco semanas. 35 días con sus 35 noches encerrado en una nave espacial rodeado de aliens.

Kirishima abrió los ojos hoy atado. Pero esta vez atado a una cama. Notó como una lengua le lamía el muslo derecho. Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Vió una gran cabellera rubia sobre su entrepierna y sintió como su miembro crecía mientras era devorado por su pareja.

Al parecer se había despertado con ganas de fiesta.

Kirishima había apodado al alien "Bakugo".

Entre ellos no se podían comunicar, pero el rubio ponía mucho empeño en aprender el idioma de Kirishima, mientras que este era incapaz de entender ni una sola palabra del extraño idioma alien.

Se pasaban los días juntos. Al principio, Kirishima había temido que le hicieran espantosas pruebas, dolorosos experimentos o las típicas cosas que había visto en las películas sobre aliens.

En cambio el alien solo usaba a Kirishima para tener sexo. Y cuando terminaban se acurrucaba junto a él e intentaba practicar las pocas palabras que había aprendido.

La primera vez que se acostaron, Kirishima sintió miedo. Pensó que sería algún tipo de experimento sexual o que lo utilizarían para algún método reproductivo.

Pero en realidad resultó que su alien era extremadamente pervertido.

Y a pesar de que Bakugo tenía un temperamento horrible, se encargaba de todos los cuidados del humano. Así que se podría decir que para Kirishima, esto era algo parecido al paraíso: estaba atendido, cuidado, mimado y sexualmente satisfecho. No podía pedir más.

Cuando el rubio terminó de usar la boca, se montó sobre él. Soltaba pequeños gruñidos que Kirishima interpretaba como gemidos. A medida que el ritmo iba en aumento, la piel amarillenta del alien se iba transformando en un color más fluorescente, señal que indicaba que Bakugo estaba apunto de llegar a su máximo punto de placer.

Los dos terminaron juntos y después, Bakugo soltó a Kirishima para que este pudiera abrazarlo.

—Me...gustas. —dijo el alien con su particular acento. Kirishima rió y asintió para confirmarle que lo había dicho bien. Esto era algo que Bakugo había aprendido a decir imitando a Kirishima.

—A mi también me gustas, Bakugo. —Y depositó un pequeño beso en la frente del alien.

—Te quiero. —Reveló el rubio.

Kirishima se sorprendió.

Eso nunca se lo había enseñado a Bakugo.

Kirishima, enrojecido, besó a su alien. No le salían las palabras para contestar. En su lugar, acentuó el beso haciéndolo más profundo.

Esta vez, el que terminó atado fue Bakugo.

#kiribakumonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora