Dolor y marcha.

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CALEB.

Llegaba la noche y esa era de las cosas que más odiaba de haber vuelto, puesto que recordaba que anteriormente las noches aquí eran auténticas pesadillas.

Mis hermanos pequeños se encontraban delante de la televisión, jugando, gritando y riendo felices con mi llegada y eso me hacía sonreír inconscientemente, pero su voz hizo que mi sonrisa desaparecía, lo odiaba, con todo el alma y como nunca se podría odiar a un ser humano.

—¡Apártate, niño!— gritó a uno de mis hermanos pequeños.

Clave mi mirada en aquellos ojos que tanto odiaba ver y que sin problemas haría desaparecer del mapa si pudiera, mi mirada era desafiante, más bien en ella se escondía un aviso, si no se callaba la boca en ese instante yo mismo me encargaría de reventársela a golpes y él lo sabía, pero aún así, decidió no callarse.

—¡Niño! ¿Es que no escuchas?— me miro, sabiendo que estaba a punto de estallar y que mi puño iría directo a su rostro si seguía hablando de aquella forma a mis hermanos.

Entonces fui yo quién decidió contestar por ellos, sin darme cuenta de lo que me avecinaba en ese momento.

—¿No ves que están felices? Que tú estés amargado, no significa que unas criaturas tengan que estarlo, deberías callarte de una maldita vez.— espete sin apartar mis ojos de los suyos, por que si pensaba que iba a amedrentarme, estaba equivocado.

Segundos después, se había abalanzado contra mi, sin verlo venir, su puño impacto contra mi nariz, y de la misma comenzó a salir sangre sin censar, no era la primera vez, ni tampoco seria la última, pero normalmente cuando esas cosas sucedían, mi madre solía meterse en el medio, pero esta vez no fue así, se quedó en completo silencio, observando la escena, y observándome a mi empapando el suelo de una sangre que provenía de mi nariz.

Me levante del lugar donde me encontraba sentado, sin decir ni una palabra y mucho menos sin dirigirle la mirada a ese hombre, solo pude observar a mi madre que parecía no tener ni una pizca de sentimientos hacia mí, cosa que nunca había ocurrido antes, fui hacía el baño para cortar la hemorragia que se me había producido al recibir aquel golpe y entonces vi a mi hermana menor, que lloraba sin control, toque su hombro despacio y ella se sobresaltó, no era algo común en ella y más sabiendo que en cualquier momento yo podría comenzar con mis bromas pesadas que solía hacer siempre cuando regresaba a casa.

Su mirada se posó en mi y en su cara empezó a formarse una mueca de horror y también de pánico, en ese instante pude ver como su cuerpo se tambaleaba y tuve que sujetarla para que no acabase de bruces contra el suelo y probablemente con alguna contusión en la cabeza.
Le sonreí con desgana y cuando sentí que se había recuperado, la solté y esta vez si me dirigí al baño sin ningún tipo de interrupciones.

Una vez allí, busqué entre los cajones las cosas necesarias para detener la hemorragia de mi nariz y me senté en una silla frente al espejo.
Comencé a dar pequeños toques en aquella marca rojiza que probablemente mañana sería morada y metí dos papelitos dentro de mi nariz dejando la cabeza ligeramente inclinada, ni muy hacia arriba ni tampoco abajo.

En ese momento golpes desesperados comenzaron a escucharse detrás de aquella puerta, y como pude sin levantarme de la silla en la que me encontraba, abrí.
Mi hermana mayor se encontraba detrás de esta con mi hermano, aquel al que ese hombre había regañado por haber estado delante de la televisión minutos antes.
Este me miro con lástima y seguidamente volvió a acariciar mi cara como venía haciendo prácticamente casi desde que llegó al mundo, acuné su cara entre mis manos, y justo después dejé un pequeño beso en su frente, dándole a entender que no tenía que preocuparse de nada.

Y allí, sentado frente a mi hermano, el cual tenía los ojos llenos de lágrimas, me di cuenta, de que aquella casa, ya no era mi hogar.

Secretos Oscuros. (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora