Chica sin nombre.

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CALEB

La discusión que estábamos teniendo me parecía demasiado infantil, así que decidí simplemente quedarme en silencio, sentarme y pasarme las manos por el pelo varias veces tratando de organizar mi cabeza y buscar la poca paciencia que me quedaba, por que la situación me estaba llevando a un límite que no sabía cómo estaba siendo capaz de soportar, tenia a una chica de no más de 19 años en casa de un colega, perdida, desconectada del mundo, que me sacaba de mis casillas y que encima quería follarme con urgencia. ¿Que mierda me estaba pasando en la cabeza?

Estuve en esa posición unos minutos, con los codos en mis rodillas, las manos en mi cabeza pasándomelas por el pelo una y otra vez, y mi cabeza en el hueco que quedaba entre mis piernas, no sé exactamente cuánto tiempo pasó, ni siquiera me fijé en que estaba haciendo Nils y mucho menos aquella rubia, sin esperármelo la tenía de cuclillas entre mis piernas, observándome como si estuviera tratando de encontrar sus palabras o como si se estuviese ahogando con las mismas, por que lo único que hacía era abrir la boca por unos segundos y cerrarla al instante, sin emitir sonido alguno, decidí hablar yo por ella.

—¿Que necesitas?- trate de sonar lo más calmado posible dentro de la maldita situación.

—Llévame a casa, por favor.— me miro con ojos suplicantes.

—¿Ya has recordado la dirección o simplemente vas a engañarme para que te deje en alguna urbanización de mala muerte?— pregunté sin expresividad ni en el rostro, ni tampoco en la voz.

—No, no voy a engañarte, he encendido el teléfono, y he podido mirar en los mensajes con mi madre la dirección, por favor Caleb.- la forma en la que dijo me pareció bastante tierna.

Y no sé si fue eso, si fue el remordimiento o si fue por que de verdad necesitaba perderla de vista, que acabé accediendo, además de que no quería seguir discutiendo por gilipolleces, la verdad es que había tenido bastante ese día, y estaba seguro de que no podía aguantar la presión que sentía en la cabeza y en el pecho ni un segundo más.
Me levante del sillón blanco en el que estaba sentado, revolví mi pelo, me coloqué bien la chaqueta, busqué las llaves en el bolsillo de la misma y también mi cajetilla de tabaco junto con el encendedor.
Saque uno de los cigarrillos, me lo lleve a los labios y lo encendí, absorbí haciendo que el humo entrara en mis pulmones, y luego lo elimine por mi nariz y también por mi boca formando una pequeña nube de humo delante de mis ojos, aún así pude ver que la chica que aún no me había dicho su nombre me miraba con el ceño fruncido, como si aquello le molestará, pero sinceramente, me importaba una mierda si le molestaba o no, por que gracias a ella estaba metido en esto.

—Vamos.— es lo único que dije antes de abrir la puerta del piso de Nils sin ni siquiera mirar si ella venía o no venía detrás de mi.

Cuando salí fuera del bloque de pisos, le di un par de caladas más al cigarrillo antes de que terminara de consumirse, lo tiré al suelo y finalmente acabé pisándolo con el pie izquierdo para apagarlo, escuché pasos rápidos en la escalera y supuse que la chica sin nombre bajaba deprisa para que no la dejara tirada, cosa que no iba a hacer por que pensaba dormir bien esta noche sin remordimientos de conciencia innecesarios, espere paciente hasta que escuche un ruido bastante fuerte, mire hacia detrás y allí estaba caminando tranquilamente hacía mi, como si me conociese de toda la vida, aunque tal vez lo hacía y yo no tenía ni puta idea, por que todo podía pasar, y además yo era un maldito desastre con eso de recordar a personas.
Caminamos juntos hacia el coche, sin mirarnos, sin hablarnos, en un silencio bastante cómodo para mi, o era que tal vez me gustaba demasiado el silencio y para mi siempre era algo cómodo, al llegar, rodeé el coche, me senté en el sillón del piloto la vi dudar por la ventanilla, la baje, la observé y finalmente hablé;

—¿Subes o nos quedamos aquí esperando toda la noche a que tu cerebro se descongestione?— sonreí de lado enarcando una ceja.

—Imbécil.— masculló y sin más subió al coche.

—Deberías buscarte un mejor insulto, chica sin nombre.— la mire mientras arrancaba el motor y salía de allí sin ningún tipo de preocupación.

—Y tú deberías buscarte un mejor apodo, Caleb.— dijo agarrándose de forma instintiva al sillón del coche.

—Creo que es el mejor sin duda alguna, al menos hasta que no me digas tu nombre.— respondí sin dejar de fijar la vista en la carretera.

Finalmente llegamos a la casa donde se hospedaba, y curiosamente me di cuenta de que vivía justo frente a mi y que estuve quejándome durante varios días sobre aquellos vecinos molestos que habían llegado a joder mi tranquilidad mental, y ahora mismo estaba alegrándome en mi interior de una manera indescriptible.

—Es aquí.— dijo ella en un murmuró mientras frené el coche justo en su puerta.

—Entonces ya estás a salvo, pequeña doncella.— bromeé.

—Imbécil.- volvió a pronunciar haciendo que de mis labios se escapase una carcajada.—Estás mucho más guapo cuando te ríes, por cierto.— me dejó caer, y yo en ese mismo instante dejé de reír de golpe, sin saber que decir, probablemente en mi cara se había podido reflejar mi confusión repentina.

Ella puso la mano en la manilla del coche, abrió la puerta y bajo, pero se quedó en la ventanilla, esperando algo, tal vez una de esas despedidas de películas, pero eso no iba a pasar, por que yo no era como ese tipo de hombres que llevaban a sus parejas a casa y luego les comía la boca prometiéndole mil cosas que probablemente luego no cumplirían, yo simplemente era más realista, pero aún así, de forma impulsiva, baje la ventanilla del coche y hablé.

—¿Cuál es tu nombre, pequeña doncella acosadora sin nombre?— dije de forma divertida, y por supuesto riéndome de la situación y de ella.

Su cara comenzó a enrojecerse, y sus labios se entreabrieron varias veces intentando buscar las palabras adecuadas para despedirse de mi, finalmente solo dijo una palabra.

—Alex.— sonrío tímida, sin separar los labios, en una línea bastante gruesa debido al grosor de sus labios.

—Entonces... Espero volver a verte por el gimnasio y que un día decidas entrar, Alex.— respondí divertido de nuevo, remarcando su nombre.

—Espero volver a verte también, Caleb.— respondió con las mejillas encendidas.

Ella se dispuso a seguir su camino, y antes de aparcar justo enfrente decidí frenarla, por mero impulso.

—Alex— le dije en un tono más bajo del que me gustaría haber usado, ella se giró al escuchar su nombre.— Si necesitas algo, vivo enfrente. —termine de decir, ella solo asintió, y luego entró en su casa, yo simplemente acabé yéndome de allí, a alguna fiesta que encontrará esa noche por Madrid y poder olvidar aquellos ojos suplicantes de cuclillas frente a mi.

Secretos Oscuros. (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora