La volví a ver.

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CALEB

A veces en la vida te cruzas con personas que te van a marcar de por vida, pero no eres consciente de que eso pasa hasta que una noche no puedes sacarte de la cabeza sus labios, sus ojos, o incluso el tono de su voz.
Y cuando eso pasa, déjame decirte que estás jodido, bien jodido.

Había pasado una semana, una semana desde que la vi detrás de los cristales del gimnasio que me pertenecía, aquella chica rubia con un color indescifrable en los ojos, esa que había dejado que mis labios rozasen los suyos y que sabía a fresa, porque si, sabía a fresa.

Su olor y su sabor eran contradictorios o tal vez demasiado dulces para alguien como yo, olía a vainilla y sabía a fresa, tan dulce y amargo a la vez como lo que dentro de mi se estaba originando por aquella chica, por una parte el deseo de tenerla en mi cama, entre mis sábanas oscuras desnuda, por otra parte el deseo de acariciar su piel y recordarla por el resto de mis días, y por la otra el deseo de pintarla para terminar colgando el lienzo en alguna parte de mi apartamento y verla allí, todos los días.

Y es que en mis tiempos libres después de mi trabajo, a parte de abrir el gimnasio y entrenar a esos chavales, también me dedicaba a pintar, leer y analizar todos y cada uno de los detalles que rodeaban la ciudad.

Termine de trabajar y me dirigí al gimnasio directamente, esa tarde me tocaba entrenar desde las cuatro de la tarde hasta el cierre del gimnasio, por lo tanto no tenía mucho tiempo libre, aunque he de aclarar que era y es algo que me apasiona, siempre quise dedicarme a eso, pero nunca me vi capaz de hacerlo y es por eso que incline mis sueños hacia otro lugar, me obligue a mi mismo a tomar otro rumbo, por las circunstancias vividas y por que era casi imposible que un ojeador se fijara en mi por mi agresividad a la hora de golpear a alguien en alguna pelea, a parte de que poseía un pequeño trastorno que no aseguraba a nadie que un día pudiese llegar a dañar al contrario de forma irreparable, también es por eso que decidí alejarme de las competiciones y me dediqué solo a entrenar a otros chicos que probablemente tendrían el potencial suficiente como para subirse a un ring y pelear de forma profesional como yo no pude, y ese sería mi orgullo y uno de mis mayores logros en la vida.

Cuando llegue al gimnasio, me dirigí a los vestuarios, me cambié poniéndome una camiseta de manga corta blanca y unos pantalones holgados cortos negros, acompañado de mis deportivas, Jordan azules por cierto.

A eso de las cuatro comenzaron a llegar mis primeros alumnos, en ese tramo horario los chicos no pasaban de los veinte años, y en cierto modo era un punto a mi favor, por que no tenía que exprimirme tanto para entrenarlos, no era lo mismo entrenar a un chico sin a penas experiencia que entrenar a un chico que llevaba entrenando conmigo años y alguno que otro perteneciente al cuerpo policial.

Quería exprimir el talento de un chico, era rubio, de ojos azules y complexión atlética, algo así como el príncipe azul para una chica que idealizará ese tipo de mierdas, se llamaba Nils, y la verdad es que era bueno en esto.

Mientras entrenaba al chico, sosteniendo un saco de boxeo que recibía golpes por su parte, provocándolo y moviendo el saco, la volví a ver, pegada al cristal observando mis movimientos, no sabía exactamente qué hacía allí, pero me causaba curiosidad, mucha curiosidad.

Secretos Oscuros. (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora