Enséñame.

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CALEB.

Al día siguiente, sin saber ni cómo amanecí en mi cama, con un dolor de cabeza insoportable, maldita resaca.
Un ruido ensordecedor hacía que todos mis sentidos se nublaran, y que en mi cabeza solo retumbara el maldito tono que tenía en el teléfono y que en este instante odiaba con toda mi alma, busqué el teléfono por todos los lugares posibles, hasta que finalmente levante el cuerpo de la cama y lo encontré ahí justo debajo de mi.
Tenía cinco llamadas perdidas de Nils, y dos de Sarah, las dos últimas las ignoré y me dispuse a llamar a Nils.

—¿Donde te metes maldito hijo de puta?— espetó, su voz se notaba bastante molesta.

—Me he quedado dormido, Nils.— dije pausadamente con la voz bastante ronca.

—Tienes que abrir el puñetero gimnasio, son las dos de la tarde y empiezas en dos horas.— dijo echándome la bronca, como si fuese mi madre.

—Voy para allá.— volví a decir en un tono de voz calmado.

Colgué el teléfono, lo tiré de malas formas encima de la cama y comencé a vestirme con una camiseta de tirantes gruesos negra, pantalón negro, y unas Jordan blancas y negras, lo acompañe con unas gafas de sol bastante oscuras por que estaba seguro de que no podría soportar mirar el sol, luego guarde mi cartera y mis llaves en una pequeña mochila que llevaba conmigo a todas partes, salí de casa y me adentré en el coche, conduje de forma despreocupada, de esa forma en la que solían decir que sólo podría ir un kamikaze, de mi casa al gimnasio se tardaban unos veinte o veinticinco minutos y esa mañana, en diez ya estaba allí, aparqué justo en frente del centro comercial y luego subí las tres plantas que lo formaban.

Busque las llaves en mi mochila, las separé hasta lograr encontrar la adecuada y luego la metí en la cerradura dándole un par de vueltas, a las tres y media el gimnasio estaba abierto, y yo tenía una resaca de dos pares de cojones, así que para que se me pasará un poco, me metí una pastilla en la boca, introduje un par de monedas en la máquina de las botellas de agua y saqué una, la abrí y me la bebí casi al instante, después de eso, me puse delante del saco y comencé a golpearlo para entrenar yo solo un rato, diez minutos más tarde tenía la cara suplicante de Alex en mi cabeza merodeando sin razón alguna, entonces me di cuenta de que esa tarde no la había visto salir de casa, aunque a decir verdad, tampoco me había fijado demasiado en si estaba o no, podría haberla observado por la ventana, pero estaba tan ocupado con el maldito de Nils que ni siquiera lo pensé.

Media hora más tarde, mis alumnos empezaron a llegar, entre ellos Nils, que no sabía muy bien si venía a entrenar o a joderme la existencia como normalmente hacía, a pesar de eso le tenia un gran aprecio, pero yo no era ni soy de las personas que demuestran ese tipo de cosas.
Les enseñe un par de técnicas de defensa personal con armas blancas y luego les dejé practicando entre ellos supervisando los errores que podían cometer, mientras tanto aparte a Nils del resto y comencé a entrenarlo de forma más dura y exigente, mis golpes eran certeros, esta vez le tocaba a él recibir y aprender cómo se defendía un profesional del boxeo, lo hacía rápido, sin darle tiempo de reacción, pues en las peleas nunca te daban tiempo de ello, cuando iban a por ti lo hacían sin pensar en el tiempo que necesitabas ni siquiera para levantarte y recuperar el aliento, llegue a ponerme varias veces encima del cuerpo de Nils y le asesté varios golpes para que supiera que en esa posición también podían golpearlo sin necesidad de usar demasiada fuerza y entonces era él quien tenía que sorprender a su contrincante y defenderse incluso desde abajo, por que a eso veníamos, a aprender a atacar, pero también a defendernos.

En una de las técnicas que le enseñe a Nils, yo me encontraba detrás de su cuerpo, con un brazo rodeando su cuello, arrastrando su cuerpo, y con el otro brazo ejerciendo presión sobre el brazo que sostenía a Nils por el cuello, trataba de explicarle cómo debía liberarse de un agarre así y entonces ella apareció en mi campo de visión, parpadeé varias veces para comprobar si era cierto o simplemente era producto de la maldita resaca, pero no, no era producto de nada, era cierto, la tenía frente a mi, pegada al cristal, con una trenza alta dejando escapar dos mechones de su flequillo, una camiseta de manga corta por encima del ombligo de color blanca y unos leggins negros.
Enarque una ceja divertido mirándola esperando que hiciera algo, empujó la puerta de cristal, observo la estancia por unos segundos, luego me dedico una mirada furtiva que para su mala suerte, yo había visto, tenía sus propias manos enredadas entre sí mientras movía sus dedos dando pequeños golpecitos unos a los otros, cuando avanzó hacia mi lugar y se me puso justo delante, la observé unos instantes, pude darme cuenta de que sus mejillas estaban encendidas, y mordisqueaba su labio inferior como si estuviese muy nerviosa, luego abrió la boca un par de veces, parecía un pececillo, la escena me pareció bastante tierna aun que por mi mente no pasaran esos pensamientos precisamente cuando la veía hacer eso, ni siquiera sabía si estaba preparado para verla después de como me miro la noche anterior.

Finalmente oí su voz.

—¿Podrías impartirme clases a mi?— dijo titubeando y mirando sus manos.

—¿Por qué quieres que yo te dé clases?— pregunté en un tono más duro del que me habría gustado usar, alce su barbilla con mis dedos para que me mirara y así hablara, por que así es como hablaban las personas, mirándose a los ojos, ¿no era así?

—Te he estado observando estos días, y creo que eres bueno.— musitó.

—¿Cómo? No te he oído.— vacilé solo para que me lo dijera más alto.

—Creo que eres bueno.— elevó el tono de voz.

—¿Crees?— Volví a vacilar enmarcando una ceja.

—Si.— se lamió los labios y me miro con timidez.

—Cariño, no soy bueno, yo soy el mejor.— sonreí de lado, salí de detrás del mostrador, la agarré del brazo y la llevé al lugar de entreno.

Secretos Oscuros. (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora