Cenicienta.

48 6 0
                                    

CALEB.

MADRID, 10 DE JUNIO, 2018.

Habían pasado un par de años desde aquel encuentro con aquella chica en Moog, pero todas y cada una de las noches aparecía en mis sueños torturándome con aquel movimiento de caderas tan lento que era como si la estuviese viendo otra vez frente a mi.

Había tratado sacarla de mi mente de todas las maneras posibles, pero cada mañana me levantaba con un dolor en los pantalones que ni siquiera sabía cómo era capaz de soportar, ¿como era que no había olvidado su cara? ¿Esa cara blanca como el marfil y angelical que se colaba todos los días en mis sueños? ¿Como era que me la había imaginado incluso chupandomela si lo único que había hecho aquella noche era rechazar mi contacto? Miles y miles de preguntabas avasallaban mi mente de forma casi automática y de forma atropelladora, preguntas que no era capaz de responderme a mi mismo por que ya habían pasado dos años desde aquel encuentro, así que no era capaz de comprenderlo.

Me vestí con una camiseta negra, unos pantalones negros con algunos rotos en el, lo acompañé con una cazadora de cuero del mismo color y unas gafas de sol bastante oscuras, aún que lo suficientemente claras para que me permitiesen ver la carretera.

Me encamine a mi coche, mi precioso Dacia Duster Tce, un 4x4 de color negro, y del que llevaba enamorado muchísimo tiempo, me monte en él, abrí la puerta del garaje y me puse en marcha para ir a buscar a un colega e ir al trabajo.

Cuando llegue al trabajo, saludé a todos con un simple movimiento de mi mano y luego me senté en mi silla reclinable con ruedas color negro detrás de mi escritorio blanco que estaba compuesto por un ordenador, un pisapapeles, varios bolígrafos puestos en un botecito de cristal y papeles puestos en montón ordenados por nombres, apellidos y post-it de colores en los que apuntaba cada nombre de cada persona.

Me encargaba de la seguridad de las personas más importantes del país, famosos, presidentes, e incluso hijos de los reyes, así que no podía fallar en nada de esto, por que un solo fallo era perder el puesto de trabajo que me otorgaron gracias a mi gran esfuerzo por estar donde estoy a día de hoy.

Mi trabajo me encantaba y era de las pocas cosas que me mantenían cuerdo, que me mantenían entretenido y que disfrutaba a la par que todo eso, era algo que me hacía sentir bien, conmigo mismo y pensar que dejar atrás todo lo que deje y a todos los que deje no había sido tan malo como creía, era por mi trabajo por lo que creí que valdría la pena pasar por todo aquel calvario que había pasado esos dos años, aquel calvario que jamás había desvelado a nadie, y que a pesar de trabajar en lo que trabajaba, jamás me había atrevido a averiguar por qué en el fondo, muy en el interior de mi alma y de mi corazón, quería creer que todos los rumores que me habían llegado eran falsos, que eso no estaba pasando.

Hasta aquel día, aquel día todo cambió, por que ella...
Ella había decidido no aguantar más y huir, huir para desaparecer, y también para destapar aquel calvario del que yo no la había podido proteger y del cuál me sentiría culpable por él resto de todos mis días con vida.

Secretos Oscuros. (PAUSADA) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora